Osman Rojas | LA PRENSA.- No se capacitaron en ninguna universidad. No pasaron por exámenes de admisión y tampoco postularon sus nombres como aspirantes a cargos; sin embargo, los familiares de pacientes hospitalizados en el Agustín Zubillaga pusieron a prueba sus conocimientos médicos cuando, al menos por cuatro horas, trabajaron como enfermeros.
“Casi se me sale el alma cuando vi que todos los médicos y las enfermeras estaban bajando del hospital. Se fueron a protestar por el sueldo y nos dejaron allí”, relata Edimar Mujica, madre de un pequeño recluido en el segundo piso. La señora explica que, los doctores de la Emergencia (único servicio que trabajó con normalidad), les daban indicaciones a los familiares para que ellos la ejecutaran.
Parecida fue la realidad que se vivió en el Hospital Central de Barquisimeto. Desde las 8:00 de la mañana los servicios del principal centro asistencial en la región lucieron vacíos. Las personas que visitaban la institución sólo recibían respuesta de los vigilantes que con indiferencia decían “están de paro”, a los enfermos que se acercaban.
“La marcha salió tempranito. A las 8:30 de la mañana el Hospital se quedó vacío y las personas desesperadas porque no sabían qué iba a pasar con sus seres queridos”, comentó Rosa Fréitez, hija de un señor recluido en la Emergencia del Antonio María Pineda.
La ausencia de personal dentro de la institución fue tan marcada que las personas que necesitaban trasladar a un enfermos del Hospital Central a cualquier clínica para la realización de exámenes especializados, tenían que empujar ellos mismos las camillas porque los camilleros estaban marchando para exigir aumento de sueldo. “Esto se puso horrible. Un desastre total”, concluye.