Guiomar López | LA PRENSA DE LARA.- Niñas que terminan jugando con muñecas de verdad. Es la realidad que marca ese 65% de repunte del embarazo precoz desde 2015 registrado por Amnistía Internacional en Venezuela. Confirmado por especialistas que reiteran ese ascenso a más de 28% en los últimos dos años, con casos que van desde los 12 a 19 años. Todos arrastrados por la falta de información del hogar, deficiencia en políticas preventivas del Estado y el estrecho contexto socioeconómico.
Las cifras oficiales de Lara parecen un secreto sumarial, ante el silencio de las autoridades en la insistencia del equipo de LA PRENSA. Sólo se conoce el alcance de programas impartidos por particulares, teniendo a la Asociación Larense de Planificación Familiar (Alaplaf), que desde junio hasta agosto de 2021 lleva el control prenatal de 24 adolescentes, además que a 85 les han introducido entre implantes anticonceptivos y dispositivos intrauterino. Desde el Proyecto Juvenil Misionero (Projumi), atienden hasta 12 menores al mes con orientación y formación en algún oficio, confirmando que en lo que va de año han visto a unas 36 adolescentes embarazadas.
En Táchira, la Red de Salud Pública confirma 2.517 adolescentes en 2021, con edades entre 14 a 19 años. A lo interno se refleja con la data del hospital central, que desde 2020 ha atendido 5.931 partos y el 25% corresponde a menores, reflejado en 1.482 casos. En los controles prenatales se tienen 387 pacientes del año pasado y 318 en 2021.
Es una vía con un largo camino que —por lo general—, empieza por la oscuridad de la nube negra por falta de orientación. Los expertos lo ubican desde ese pilar de la familia, que más allá de las etiquetas que satanizan la vida sexual, debería enfocarse en aclarar todas las dudas y curiosidades propias de una edad en plena efervescencia de rebeldía. No dejar preguntas abiertas, cuyas respuestas pueden terminar en una seducción sin la debida responsabilidad de todas las consecuencias que acarrea la posibilidad de traer un hijo al mundo o simplemente por ese patrón de adaptación al grupo, donde las niñas aceleran sus etapas, confundiendo el concepto de ser mujer.
Según Carlos Cabrera, especialista en medicina Materno Fetal, se trata de un gran problema que desde hace dos años supera el 28% del repunte y cita que hasta en la maternidad Concepción Palacios de Caracas, se abrió un servicio exclusivo para la atención de menores debido a la alta demanda de pacientes.
Considera que tras una madre adolescente está el síndrome de frustración de aquella niña jugando a ser mamá y muchas veces abandonada por la pareja, de la responsabilidad de la familia por omisión, de un sistema educativo limitado en la difusión de educación sexual y del Estado sin la política de salud preventiva, con campañas permanentes de información y hasta de planificación familiar, como un programa permanente desde los centros asistenciales más cercanos en las comunidades.
Lo que también suele ignorarse es el desafío que debe superar esta paciente, cuyo organismo está en pleno desarrollo y tampoco se tiene la madurez en la conciencia para asumir ese nuevo estilo de vida, entendiendo que una criatura será parte de sus responsabilidades de por vida.
La panza suele crecer y con ella se empiezan a manifestar los indicios de posibles complicaciones, pues la mayoría no cuenta con un control prenatal mensual y el seguimiento de la evolución del embarazo. Los trastornos por hipertensión arterial suelen estar en primera fila, con la temida preeclampsia que puede ser tan intermitente y hasta manifestarse durante un trabajo de parto. Uno de los principales diagnósticos que denuncian familiares cuando rechazan la presunta violencia obstétrica de personal médico que no admite una orden de cesárea, forzando al parto o reconociendo la necesidad de dicha intervención al tener a la paciente descompensada.
También se tiene el riesgo al acecho por la falta de un certero diagnóstico, frente a un control prenatal inoportuno y hasta con las limitaciones para realizarse los exámenes de laboratorio rutinarios. Allí también tiene peso la anemia, como una condición directamente relacionada a la malnutrición en las embarazadas que no han consumido una dieta balanceada y cumplen a medias con los refuerzos de vitaminas, hierro, calcio y ácido fólico.
Tal panorama se expresa en la preocupación de los expertos con el riesgo reiterativo, como un patrón que se perfila desde la falta de información. El resultado suele ser a corto plazo, de una joven de 18 años que ya tiene 2 o 3 hijos a tan corta edad.
A la edad de 12 años se tienen casos con mayor cautela, por tratarse de niñas que pueden ser seducidas o víctimas de abuso sexual por familiares cercanos y la mayor incidencia se encuentra entre los 14 a 17 años. Tal cuadro se evidenció en uno de los casos en Alaplaf, con una señora que acompañaba a su hija para el control prenatal. La menor tiene 14 años y 16 semanas de gestación, cundida de dudas que hasta la llevaron a abandonar sus estudios de secundaria. «¡Tener un hijo no es fácil, pero es una bendición!», suelta con tristeza, al reconocer que el padre se desentendió por completo.
Estar consciente del control
Una vida sexual activa debe ir de la mano del control ginecológico y del cual no escapan las adolescentes, tal como lo refiere el especialista Carlos Cabrera, al recalcar que las menores a partir de los 14 años pueden asistir a la consulta y así empezar la planificación. Una medida que no se trata simplemente de abarcar la protección de un embarazo, sino también de mecanismos de barrera para evitar el contagio de enfermedades de transmisión sexual.
Recalca que la paciente debe sentirse en confianza y de allí, preferiblemente entrar sin sus padres. El doctor debe saber desde el inicio de su primer encuentro sexual, número de parejas, cómo siente el orgasmo y el grado de satisfacción, para así determinar la causa que lleve a estas menores a ir experimentando con parejas en corto tiempo de relación sentimental.
Con la prevención se ganaría mucho terreno y luego el control oportuno permitirá evitar esas amenazas de aborto. Los riesgos pueden extenderse al bebé con un desarrollo que pueda acarrear malformaciones y demás alteraciones.