José Miguel Najul | LA PRENSA.- Durante todo el año 2016, la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) fue gestando una gran derrota. Una creciente acumulación de fallas, producto del desatino estratégico, pero también del hervidero de ambiciones individualistas mermaron su único capital político: el pueblo.
Lo sentencia el politólogo Julio Lima, quien señala la pérdida progresiva de filiación o adherencia por parte del ciudadano a una alianza opositora que “ha demostrado ser funcional sólo en momentos electorales y ahora se enfrenta a un panorama en el que no hay comicios de manera indefinida”.
Lima apunta que se ha creado “un círculo vicioso”. La oposición necesita fuerza para presionar por elecciones pero, precisamente por la ausencia de elecciones, no tiene la fuerza para alinear a la gente para generar presión”.
Marcos Moreno, politólogo especialista en marketing político, considera que esta especie de paradoja es provocada por la falta de sintonía entre “el liderazgo y el llamado país nacional”.
“Ambos (dirigentes de oposición y pueblo) tienen el mismo objetivo, que es sacar al chavismo del poder. Pero ese pareciera ser uno de los poquísimos puntos de coincidencia”, critica.
Para ambos especialistas, la Mesa de la Unidad ha permitido que el propio Gobierno “la contamine”, involucrándola en el proceso de la “antipolítica”, que no es más que el fomento de la apatía de los ciudadanos ante la ausencia de figuras con moral y destacadas para fungir como líderes.
No obstante, coinciden en que la Unidad aún está a tiempo de recuperar su potencia, renovando sus liderazgos.