Ágatha Reyes | LA PRENSA de Lara.- Las falsas expectativas de la oposición al venezolano han generado que el ciudadano se encuentre en un vaivén emocional, es decir, que pase de la euforia a la decepción en cuestión de minutos al no ver que se materializa la salida de Nicolás Maduro del poder.
José Achúe, politólogo, señala que con el aumento de la crisis y el deterioro de la calidad de vida se crea el escenario para que la dirigencia política demuestre coherencia y deje a un lado el efecto inmediatista que sólo ha logrado fortalecer al gobierno de Maduro que sigue atrincherándose en el poder.
El 16N se presenta como una nueva fecha definitiva ¿qué puede esperar el venezolano?
El venezolano debe estar claro que este no es un proceso inmediatista, que es lo que ha ocurrido en las últimas convocatorias. Desde el punto de vista anímico, el venezolano está como un yoyo, es decir, que pasamos de una desesperanza absoluta a una euforia inimaginable creyendo que ese «será el día», y eso es un error que ha vendido también la dirigencia de oposición.
¿Cree que la sociedad venezolana está dispuesta a participar de nuevas convocatorias viendo el desánimo que desde mayo se gesta en la población?
El problema ha radicado en el inmediatismo, es lógico que la gente vaya perdiendo la esperanza porque se sienta decepcionado, pero en los últimos días se ha podido ver que hay unos segmentos que siguen esperanzados y aunque estaban muy desanimados están planificando salir nuevamente a las calles.
¿Cuál cree que ha sido el error en la estrategia de la oposición?
El inmediatismo y hacerle sentir eso al ciudadano como estrategia para movilizarlo. Lo que nos ha hecho mucho daño también es no basarnos en la conciencia ciudadana y que cada uno debe participar en la generación de cambios, proceso que no es fácil, esto que vive Venezuela no es sencillo. La política es muy compleja, si hablamos de reconstrucción no podemos ser radicalistas.
La oposición tiene 20 años luchando por un cambio de gobierno ¿por qué no se ha logrado?
El oficialismo tiene una gran capacidad estratégica para aprovechar cada momento que le ha servido para debilitar a los bastiones de la oposición y lamentablemente la oposición de alguna manera ha contribuido al no tener la visión de conjunto, sino que la fragmentación del liderazgo político ha sido una de las grandes debilidades.
¿Qué cree que ha hecho falta en la dirigencia política para lograr el cambio de gobierno?
A la dirigencia sin duda le ha faltado coherencia y eso lo vemos en la división que constantemente hay.
¿Y a la ciudadanía?
No es tanto un error de la gente porque lamentablemente hemos sido inducidos, siempre caemos en la misma ilusión de que en un momento será el último episodio. En abril cuando se dieron los acontecimientos en Caracas la gente estaba feliz y decía «no lo puedo creer que ya llegó el día» y al final no ocurrió nada. A nosotros no nos pueden seguir vendiendo baratijas. Hoy el ciudadano debe desarrollar la capacidad para exigir y reclamar cuentas.
¿Cómo evalúa que la Asamblea Nacional establezca la conformación de un consejo para elegir nuevas autoridades del CNE y por otro, un grupo de minipartidos dialoguen con el gobierno?
Esa es una de las muestras de las grandes debilidades del liderazgo político, allí vemos un ejemplo más de la división y eso beneficia sólo al gobierno y en la medida que unos se dedican promover para que se dé un cambio como salida democrática, otros negocian con quienes no han cumplido ningún acuerdo, sino que lo hacen bajo intereses personalistas.
¿Cree que la misma fragmentación que hay en la oposición también está presente en el oficialismo?
Claro, en los factores que hoy apoyan al régimen hay mucha división, pero tienen algo que no deja que se traicione y es la ambición de riqueza, en eso han sido efectivos, apropiarse de las riquezas del Estado les ha servido como estrategia para mantenerse visiblemente unificados, pero en el fondo lo que realmente ocurre es que cada quien está defendiendo su bastión, su pedacito de poder.
Dirigentes políticos dicen que hay que tomar como ejemplo a Bolivia ¿es comparable esa situación con la venezolana?
Es comparable si la sociedad en general se moviliza, no cuatro o cinco, somos todos porque se han logrado grandes momentos. El poder de una movilización sostenida, donde los ciudadanos se hacen presente tiene un poder incalculable, no hay represión posible que pueda con una sociedad movilizada de forma civilizada que hace uso de su derecho. Pero hay otras características como la idiosincrasia boliviana, esas fueron las que llevaron a que Evo Morales no tuviese más opción que renunciar antes que generar un derramamiento de sangre. Incluso de quienes lo apoyaron.
¿Puede ocurrir un movimiento de tal magnitud en Venezuela?
Las circunstancias son totalmente distintas, es como los remedios en el campo médico, es la misma enfermedad pero a cada paciente hay que aplicarle una dosificación distinta. El mismo tratamiento para una persona no es igual de efectivo para otra. Nosotros tenemos circunstancias que favorecen y otras no, en Bolivia hubo mucho poder de movilización, ellos tienen una tradición de lucha que no la tenemos nosotros.
¿Dónde queda el papel de las instituciones del Estado?
Ese es otro factor importante. En Bolivia ocurre algo que lamentablemente en Venezuela no, y es la separación de poderes. Aunque ellos seguían el mismo patrón que se estableció en Venezuela, allí no se llegó a extremos de copar todos los poderes, sino que quedaba un resquicio de independencia y autonomía por parte de las Fuerzas Armadas. Allí hubo una debilidad con la que se pudo materializar el cambio, cambio que hay que ver cómo termina. En la política debe prevalecer la prudencia.