Cada quincena se vuelve una odisea para los docentes de la educación superior ya que, según manifiestan, la remuneración que reciben está de espaldas a la realidad económica del país. Por más especializaciones y honores que estos tengan, los salarios que devengan se quedan cortos para el sostenimiento de su persona y de su núcleo familiar.
Según el tabulador de los docentes universitarios vigente en Venezuela, el sueldo más alto que devenga un profesor es de Bs. 522,16 equivalente a USD 14,18, mientras que el más bajo se ubica en Bs. 271,40, lo mismo que USD 7.37. Este tabulador no se actualiza desde hace dos años y siete meses, cuando fue anunciado el último incremento salarial por parte del Ejecutivo nacional.
«Cuando avisan que nos depositaron la quincena, pienso para revisar el banco porque lo que planeé que sería mi estabilidad económica hoy es mi dolor de cabeza. Gano poco más de 10 dólares mensuales, lo que en la quincena se reduce a cinco y sólo me alcanza para comprar tres productos de la canasta básica y recargarle Bs. 40 al teléfono, allí se va la quincena», es la historia del profesor Felipe González, quien lleva más de 15 años como educador en la UPEL.
González afirma, además, que los méritos de los docentes universitarios quedaron derogados por lo que ya da igual si es un profesor recién graduado o uno que tenga especialidad y honores. «La diferencia del sueldo por méritos es muy mínima, cuando mucho unos tres dólares más del sueldo más alto establecido en el tabulador».
Déborah Velásquez de Valecillos, presidenta de la Asociación de Profesores de la UCLA, detalla que los docentes Universitarios de esta casa de estudios apenas sobreviven cada día, pues el sustento que devengan de su profesión queda corto ante los altos índices inflacionarios que tiene el país.
«Me atrevo a comparar el oficio de docente Universitario con el famoso cuento infantil de la cenicienta, porque eso somos los profesores cenicientas empobrecidos, que esperamos que nuestro trabajo sea reconocido. No es justo que luego de clases en la universidad, tengamos que salir a buscar alternativas para tener más dinero y así vivir relativamente bien», detalló Valecillos.
Para el profesor Gonzalo Meléndez, presidente de la Asociación de Profesores de la Unexpo, el profesorado universitario ha sido desmejorado, ya que algunas primas fueron eliminadas, dejando sólo la prima de especialización y no todos los docentes la poseen.
Docentes Universitarios matan tigritos
Meléndez destaca que la matrícula de docentes en la Unexpo es de alrededor 1.400 profesores, de los cuales al menos el 80% de esa cantidad matan tigritos en otras actividades para tener otros ingresos.
«El comercio informal, impartir clases en el sector privado, dar clases a domicilio y hasta ejercer otros trabajos son los tigres que nos toca matar, debemos rebuscarnos para no sucumbir ante la realidad. En la asociación hay docentes que relatan que tienen que partir las pastillas de los tratamientos para que puedan alcanzar hasta la siguiente quincena», sostuvo Gonzalo Meléndez.
La profesora Blanca Terán, representante de la Asociación de Docentes de la UPEL, señala que el salario del profesor universitario en vez de motivarlos para dedicarse a la enseñanza se convierte en todo lo contrario, por lo que cada vez hay más renuncias de especialistas en esta casa de estudios.
Terán afirma que antes del receso vacacional, la UPEL contaba con 1300 docentes activos; sin embargo, para el retorno se incorporaron alrededor de 750 profesores. «Los salarios son los mismos, ya casi vamos a cumplir los mil días sin un incremento y la situación es cada vez peor.
Los mueve la vocación de servir
Carmen Peraza, profesora de la UCLA, con posgrados, magíster y doctorado, explicó a LA PRENSA que nada es más gratificante para ella que contribuir con la formación de futuros profesionales, por lo que a pesar de que se trata de una labor no muy bien remunerada en Venezuela, estar en las aulas y tener la cercanía con los estudiantes, formarlos, aclarar sus dudas y verlos egresar recompensa ese valor negativo que viven los docentes universitarios.
«Nos mueve la mística y la vocación de servir, apegados al juramento que hicimos cuando nos graduamos como docentes, conscientes estamos de que no hay retribución económica, pero nos tranquiliza saber que formamos a una nueva sociedad», soltó Peraza.