Inparques ha levantado 20 procedimientos por ocupación ilegal, tres de ellos fueron por provocación de incendios forestales&
Andrea Barrios | LA PRENSA DE LARA.- «Cuando las matas de café le ganen a los árboles de la montaña ya no habrá matas para hacer café«, es la reflexión de los Guardianes de la Montaña, un movimiento que ha activado un llamado de auxilio para alertar a la sociedad sobre la pérdida de unas cinco mil hectáreas, de un total de 26.916 que conforman el Parque Nacional Yacambú a manos de ocupantes ilegales que «arbitrariamente» amplían cada vez más sus fronteras agrícolas a cambio de la vida del bosque, que contiene en sus entrañas una cuenca hidrográfica que alimenta de agua a los municipios larenses Andrés Eloy Blanco e Iribarren, y a parte del estado Portuguesa.
«Los invasores se instalan en una parcela virgen, la talan dejando una fachada de árboles a la orilla de la carretera para que a simple vista no se vea la afectación, en el área siembran café o el rubro que vayan a explotar y cuando ya la finca está fundada y productiva es que hacen la vía de acceso«, explica Alzehí Colmenares, miembro del movimiento Guardianes de la Montaña, quien denuncia que la tala y la quema «indiscriminada» es el día a día de estas tierras protegidas, pues desde su hogar en Sanare divisa al menos tres incendios a la semana.
Señala que en un principio los «invasores» utilizan la técnica de «socavamiento», en la que tumban toda la vegetación baja para sembrar, en la mayoría de las veces café, continúan con el «anillamiento de árboles» para la vegetación alta, que se trata de quitarle la corteza a la base del árbol lo que impide que suba la savia que lo alimenta, por lo que va muriendo hasta que se seca.
Ante la ausencia de sombra, «los rayos del sol impactan directamente al suelo, matando todos los organismos, la microfauna que allí vive, también se facilitan los procesos de erosión tanto iónica (viento) como hídrica (agua) que sumado a las pendientes de las montañas, rompe, raja el suelo y al originar ese arrastre se pierde la capacidad agrológica de los suelos», explica el consultor ambiental, Hildebrando Arangú Santeliz.
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