José Daniel Sequera | La PRENSA.- “Vivimos en una selva tropical, sólo que los venezolanos estamos vestidos. Nunca pensé que íbamos a llegar a esto, en mis más de 70 años de vida jamás imaginé que tendríamos un país y una sociedad tan venida a menos”, exclama con pesar el señor Miguel Sánchez mientras recuerda cómo fue su niñez en los años cuarenta.
Hasta esa época -la Venezuela rural- ha llegado la población venezolana en la actualidad gracias a la crisis política, económica y social que ha devaluado la calidad de vida de la población; es decir, tener las reservas de petróleo (considerado el oro negro) más grandes del mundo no ayuda mucho.
Indicadores en umbrales como economía, alimentación, salud y educación promulgados por la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida de la Población Venezolana (Encovi) en febrero de este año, muestran cifras “preocupantes”, tal como las definió el sociólogo Nelson Fréitez.
“El más dramático es el porcentaje de pobreza total en la población venezolana: 84 por ciento. De ese número, el 52 por ciento se encuentra en pobreza extrema”, explica con voz preocupada el especialista, sociólogo, profesor universitario y coordinador de la cátedra de Derechos Humanos de la UCLA.
El informe Encovi, que está avalado por la Universidad Central de Venezuela (UCV), Universidad Simón Bolívar (USB) y la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), resalta que el indicador de pobreza ha aumentado casi tres veces en apenas cuatro años y Fréitez señala que estos niveles aún no son asumidos por las autoridades, quienes sólo pretenden “tapar el sol con un dedo; estamos en una crisis humanitaria y el Gobierno Nacional no la reconoce”, resalta.
Encovi y Fréitez determinan que la hiperinflación -proyectada en 2017 en 720 por ciento por el Fondo Monetario Internacional- mantiene ahorcada a la población algo que confirman los encuestados por La Prensa quienes hacen especial énfasis en la crisis de salud que hay, otro de los factores de aquella Venezuela rural que estaba invadida por enfermedades como la malaria, paludismo, la rabia, difteria y tuberculosis y que en la actualidad se complica, por ejemplo, con la escasez de medicinas, falta de inmunosupresores para pacientes renales y la aparición de estas enfermedades erradicadas.
“La supresión que hizo Maduro al boletín epidemiológico hace cuatro años es una muestra sobre cómo el chavismo quiere esconder datos que Encovi sí muestra”, recuerda Fréitez. Este pesar es sustentado por el testimonio de los guaros de a pie.
“¿Cómo es posible que la única manera de poder mantenernos sanos es partir de nuestra tierra? Eso es inaudito”, refiere Henry Contreras, un taxista que lleva luchando contra la hipertensión la mitad de su vida. Él revela que lleva casi un mes sin tomar Captopril, pues la consigue muy cara.
“La pastilla me sale casi en 600 mil bolívares a un bachaquero y no tengo muchos ingresos; por eso tengo que mantenerme sin preocuparme mucho”, expresa. Los mismos ingresos insuficientes que tiene Henry es lo que mantiene al 30 por ciento de la población con un sólo plato de comida al día, esto según Encovi.
Este problema puede ser reflejado en el caso de Yelitza Hidalgo, quien tiene dos sobrinos y no los puede mandar a la escuela porque no tiene cómo alimentarlos. “La maestra de ellos me dijo que diariamente se le desmayan tres niños por falta de comida. Ahora uno tiene que decidir entre lavar la ropa o comer”, asevera consternada.
Según el informe, en promedio los venezolanos han perdido 11,9 kilos y los más perjudicados son los niños. “7 de cada 10 niños venezolanos tienen déficit de peso y talla”, dijo el sociólogo citando a Encovi.
Cuando habla sobre la alimentación, para Fréitez es inevitable pensar en un discurso dado por el difunto presidente Hugo Chávez. “Durante su primera campaña presidencial él acuñó dos términos: pobreza “cero” y hambre “cero”; porque él decía que durante la cuarta República habían muchos venezolanos pasando hambre. Ya ahora vemos que es todo lo contrario”, declara.
Si bien podría parecer igual, el experto no considera que la Venezuela actual sea idéntica a la Cuba de 1958. “Las únicas semejanzas que existen son la crisis migratoria y los niveles económicos”, especifica.
Son tantas las penurias que tiene que aguantar el venezolano que gana sueldo mínimo y el que no también, que evidentemente ha trastornado la psiquis del ciudadano.
“La gente gasta el día pensando en si conseguirá comer mañana o si podrá sobrevivir a un robo”, explica la psicóloga Hisvet Fernández.
Ella sentencia que “el venezolano vive a toda hora con muchas preocupaciones, por eso es que han aumentado tanto los casos de estrés y de ansiedad en la población”.
Quienes sufren de estas condiciones, la mantienen ocupada en su consultorio. “Es impresionante cómo más y más personas acuden para buscar ayuda y tratar de lidiar con la crisis”, sentenció.