Osman Rojas | LA PRENSA.- En la casa de Alberto Durán nunca faltaban las pastillas para el dolor de cabeza. Semanalmente compraba una caja y la dejaba en su casa para quien pudiera necesitar, pero esa realidad cambió desde el pasado mes de enero cuando una caja de Dol (pastillas para el dolor de cabeza) pasó de 70 mil a 145 mil bolívares.
“Eso era lo más barato que había antes, pero ahora es un lujo. Yo no quise dar los 145 mil bolívares por unas pastillas y ahorita que está en 520 mil bolívares menos la voy a comprar”, relata.
Y es que guardar medicinas en casa es cosa del pasado. La galopante inflación que se vive en Venezuela obliga a las personas a comprar estrictamente lo necesario. Medicamentos que no van a ser consumidos de forma inmediata son desechadas por los compradores.
“Armar un botiquín es cosa del pasado. Una caja de algodón ya cuesta 500 mil bolívares y a eso súmale el precio de las pastillas. En mi casa siempre se tomaba omeprazol, pero desde que vimos que la caja se montó en 700 mil bolívares lo dejamos de tomar”, dice Manuel Castillo, trabajador de una farmacia en el centro de la ciudad.
Freddy Ceballos, presidente de la Federación Farmacéutica Venezolana (Ferfarven), advierte sobre esta situación y dice que la dolarización de precios limita el acceso a los medicamentos e impulsa a los enfermos a buscar alternativas naturales.
“Volvemos a las bebidas de yerbabuena”, dice con sarcasmo el especialista. “Lamentablemente estamos viviendo en una situación en la que sobrevivir se ha convertido en el reto de todos. Hay personas que cobran sueldo mínimo y no pueden pagar 400 mil bolívares por una caja de Brugesic”, dice.
Ceballos rememora aquella Venezuela en la que “hasta las bodegas vendían pastillas” y cuestiona las políticas adoptadas por el Gobierno nacional. “Crear un sistema de atención telefónica (0800SaludYa) no basta.
El deber ser es que las personas vayan a las droguerías y compren allí lo que quieran. El Gobierno nos quiere hacer dependientes y poco a poco han ido acabando con las farmacias”, suelta. La Prensa realizó una encuesta para ver cuántas personas compraban medicinas para almacenar en casa. El 80% de los consultados (8 de 10) aseguraron a este rotativo que la plata que les entraba era gastada en comida o insumos de aseo personal.
Las dos personas que dijeron que compraban medicinas confesaron no hacerlo de forma regular debido a la crisis.