La pérdida de hábitos alimenticios saludables ha posicionado a la comida rápida como una opción de alimentación frecuente para muchos. Sin embargo, este consumo excesivo no solo acelera el proceso de envejecimiento, sino que también se ha convertido en un importante factor de riesgo para enfermedades crónicas, como la diabetes y la hipertensión.
Expertos en nutrición han observado un alarmante incremento en la ingesta de comida rápida en los últimos tiempos. Si bien los hábitos de consumo saludable sugieren un consumo de dos veces al mes, en la actualidad se muestra un consumo promedio de hasta tres veces por semana, cuadruplicando el consumo hoy día.
Oswaldo Lizarzado, nutricionista, señala la amplia disponibilidad de la comida rápida impulsada por su rentabilidad tanto para vendedores como para consumidores. Esta accesibilidad la convierte en una tabla de salvación para personas de escasos recursos; sin embargo, se obvia lo perjudicial que es porque afecta la salud.
«Un factor crítico de esta alimentación radica en que muchos de estos productos se elaboran con ingredientes que carecen de control sanitario y de procesos de manipulación adecuados, aunque resulten económicos para el consumidor», advierte Lizarzado. «Estos alimentos presentan altas concentraciones de grasas que se incrementan aún más con las salsas que los acompañan, elevando significativamente los niveles de colesterol y azúcar en el organismo».
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