Eva Gómez | LA PRENSA.- Desde las siete de la noche del día anterior, los colombo-venezolanos abarrotan la sede del consulado, para poner en regla sus papeles.
A las cinco de la mañana con la llegada del Cónsul, es que les informan el número de ciudadanos que serán atendidos por trámite. Para solicitar el pasaporte, sólo reciben a 10 personas, pero casi siempre llega un ciudadano con un viaje en puerta y lo atienden.
En el lugar no se aceptan listas, la atención es por orden de llegada. “Yo pasé anoche, sólo a preguntar y esto estaba full, habían como 100 personas”, relata María Barradas, quien esperaba por una partida de nacimiento para su hijo.
A las 10:00 de la mañana, queda muy poca gente en las afueras del consulado, la mayoría ruega por ser atendidos, o porque no llegó a tiempo a la cola, o porque quedó por fuera después de amanecer en el lugar.
Los presentes afirman que a pesar de que la atención es buena y que el Cónsul llega temprano, la espera se hace eterna.
“Yo estoy arreglando mis papeles y los de mi familia por si acaso, porque uno no sabe cuando se va”, añadió Diego Sánchez, un venezolano de padres colombianos que asegura que “la situación está muy difícil” y no le tema a dejar todo para irse, a pesar de la tristeza que le causa dejar el país.