Guiomar López | LA PRENSA DE LARA.- Limpió el aura de la ciudad y estremeció con las vibraciones de sus melodías. El compositor y pianista José Agustín Sánchez recorrió las principales calles de Barquisimeto durante 5 horas hasta llegar a la Catedral. Dirigió a 21 músicos de orquesta y a la agrupación «Corazón urbano» en un canto para sanar el alma.
Su sombrero se ondulaba aún más con la brisa y las vibraciones de la plataforma de ese camión Mack de 13 metros no impedían la precisión en el teclado del piano. Fue un impacto visual para los transeúntes de toparse con una orquesta en pleno y a cielo abierto. Era tanta la conexión con las notas que no sabían de cansancio, mientras el sudor corría por sus rostros y el exagerado ruido de las cornetas, no influía en la interpretación de las partituras.
El desplazamiento fue lento a unos 20 kilómetros por hora. Las composiciones de Sánchez de sus Cantos del Sur evocaban sus «Memés cósmicos«, al punto de paralizar a adultos mayores, los obreros de la construcción emulaban el ritmo con sus paletas de albañilería. Una presentación sinfónica que dejó los espacios tradicionales, tal como ya lo ha realizado en Trujillo, Mérida, Zulia, Táchira y a finales de enero en Carora. Los vecinos salían de sus casas para asomarse a las ventanas y los clientes se paralizaban en los establecimientos comerciales en el centro de la ciudad.
Las melodías empezaron suaves e intercalaban las voces de Kaiba, Rolan y Luija, los miembros del grupo urbano, quienes intervenían como trovadores para resaltar la importancia del amor y del vivir sin apariencias. Las notas de Sánchez eran suaves y de repente, alzaba el brazo pidiendo más sonoridad y bien entendida por la fila de violines, metales y la gravedad del contrabajo. Todo en espacios, donde la flauta hacía un solo hasta esperar el acompañamiento de los violines.
Sánchez se levantó. Tomó el cuerno y sorprendió con su fuerte sonido. Era su peculiar entrada y luego de la tercera vez, exclamó «¡Calma y respira. Siente la brisa. Crea el instante para ti, donde nada tiene comienzo ni final. Disfruta el ser que se esconde detrás del ruido, de los lugares, de los colores y de las formas!». Así lo decreta, este compositor tachirense que ofreció varias vacunas musicales para los pacientes COVID-19 en centros centinelas, clínicas y hasta el Pediátrico «Agustín Zubillaga».
Esta complicidad contó con el apoyo del conservatorio Vicente Emilio Sojo, cuya orquesta se integró luego del año de pausa. La ofrenda de cierre fue en la Catedral con más de 50 músicos en pleno para demostrar el bálsamo de la música, en tiempos de pandemia.