Crear fue la carta de presentación de la gran educadora, Casta J. Riera, quien confió en la evolución del ser humano a través de la formación y cultura. Nació en Churuguara, estado Falcón, pero vivió casi toda su vida en Barquisimeto, desde muy joven se preocupó por el desarrollo de las mujeres y su despertar por medio del conocimiento integral. A 50 años de su fallecimiento, esta ciudad le rinde honores recordándola como la visionaria del talento intelectual, forjadora desde la academia y propulsora de la participación femenina en el desarrollo del país.
Los fieles defensores de la cultura local recuerdan el 26 de octubre de 1974, fecha de su partida física. Casta Joquina Riera quedó sembrada en Lara por su dedicación al trabajo creador. Sus 68 años de vida fueron exclusivos para la inventiva y para aportar a la dinámica social. Fue hija de Salón Riera y Joaquina Camacho, quedó huérfana a los pocos minutos de nacer, pero creció con el amor maternal de Emilia Castellanos, quien la quiso tanto que pidió que sus restos reposaran junto a los de su entrañable hija en el Cementerio Bella Vista de Barquisimeto.
El legado de Casta J. Riera es inmortal, una obra imborrable, partiendo de la reivindicación del rol de la mujer en la sociedad, en la educación, como promotora cultural y periodista, siempre humilde y familiar.
Ella creció en un hogar de mujeres en la actual calle 29 entre carreras 17 y 18, encargándose de proteger a las cuatro hijas de su hermana Josefa, siendo la mayor Elita Díaz de Arocha. “Mi Nana”, así la llama por cariño su sobrina nieta, la doctora Josefa Elena Arocha, “Siempre veía la parte bonita de la vida, ayudando a todos e insistía en que lo que el niño aprendía desde pequeño era su base para toda la vida”. Menciona que su tía Casta J. Riera le regaló el piano a Silvio Arocha, quien se convirtió en un virtuoso en el mundo.
Era tan familiar que la cena era sagrada, todos debían estar en el comedor y al terminar podían conversar de cómo les había ido durante el día. Era la forma de mantenerse unidos. Su sentido filantrópico es inolvidable, cada 25 de diciembre iba con voluntarios a entregar la cena de Navidad a presos en la cárcel “Las Tres Torres”, que estaba ubicada en la carrera 15 entre calles 31 y 32 de Barquisimeto, en los espacios que hoy ocupa el Ambulatorio Dr. Ramón Gualdrón. Siempre le colaboraban y así podía entregar alimentos, medicamentos, ropa y libros a niños de orfanatos.
El comercio era la actividad que se ejercía a principios del siglo XX, pero también imperaba el analfabetismo. Casta J. Riera creció viendo a la mayoría de mujeres como amas de casa, dedicadas solamente a atender al marido e hijos. Notaba tal desigualdad y que les faltaba liberarse, asumir el aprendizaje como la herramienta para defenderse en la vida. Se propuso prepararse para luego ofrecer opciones para el crecimiento de las personas, para el protagonismo intelectual y seguridad de las féminas.
La inteligencia siempre fue su punto a favor, siendo reforzada por la infinita admiración que sintió por su mentor Sinforiano Mosquera Suárez. Según Carlos Eduardo López, presidente de la Fototeca de Barquisimeto, Casta J. Riera tuvo el privilegio de ser una de sus destacadas alumnas en la Escuela de Comercio de Barquisimeto, adelantándose en mecanografía y admirando sus diversas facetas de hombre íntegro como educador, músico y fotógrafo, quien en 1890 tuvo un estudio en la calle Libertador (actual carrera 19) de la ciudad.
“Ella consiguió en él la mayor fuente de inspiración y siempre lo admiró como su maestro cultural”, dice López, señalando que las personalidades no surgen de la nada, de allí que en ella creció tanto su inquietud como su atrevimiento. En 1937 fundó el Instituto de Comercio “Mosquera Suárez”, para seguir los pasos de este grandioso trujillano.
Fue la gran oportunidad, buscando la masiva participación de las mujeres en esta academia, quienes empezaron a romper esquemas conservadores y atender la necesidad de prepararse, teniendo las opciones de mecanografía para la familiaridad en el teclado de las antiguas máquinas de escribir. También taquigrafía, que por medio de ciertos signos y abreviaturas permitían tener tanta rapidez que podían escribir a mano al mismo tiempo que alguien hablaba. Aprendían secretariado comercial, pero siempre les dejaba más ambiciones de conocimientos. Fueron 36 promociones con egresados preparados para las exigencias de la vida.
“Es admirable cómo una mujer nacida en Churuguara siempre mantuvo ideas modernas”. Así se expresa Yuyita de Chiossone, directora general de la Fundación Amigos del Casco Histórico de Barquisimeto “Dr. Francisco Cañizalez Verde” y miembro del Consejo Consultivo Ciudad de Barquisimeto, de este empoderamiento de la mujer, al aprender, tener un oficio, una profesión. Salir al mercado de trabajo, más allá de oficios del hogar o de laborar como domésticas.
Recalca que sus clases sobrepasaban la taquigrafía y nociones contables porque impartía disciplina, normas de cortesía y modales dignos de una secretaria, porque era la imagen corporativa de la institución la que iría a trabajar. Aprendían a lucir presentables y a usar un adecuado vocabulario.
Se formaron mujeres distinguidas como Rita Betancourt de Chávez, llegando a ser la Secretaria del Concejo Municipal de Iribarren, presidenta de la Cámara de Comercio de Lara y durante varios años brilló como la gerente de un reconocido centro comercial del este de Barquisimeto. También menciona a María Francisco Mata, quien fue secretaria de la Arquidiócesis de Barquisimeto y sobrina de monseñor, Críspulo Benítez, entre otras.
El espíritu vanguardista de Casta J. Riera también es resaltado por López, indicando que en un par de años había concretado junto al Instituto de Comercio la asociación cultural, donde recibía al semillero de noveles escritores e intelectuales del país, tales como Julio Garmendia, Hermann Garmendia, Antonio Urdaneta, Ramón Escovar Salom y Rafael Cadenas, barquisimetano con reconocimiento universal del Premio Miguel de Cervantes 2022.
“Pocas personas han dado tanto por la educación y la cultura en nuestro estado con tal entrega y desprendimiento, como Casta J. Riera”, exclama Romel Escalona, presidente encargado de la Asociación de Cronistas de Lara, al recordarla como una de las grandes precursoras de la educación comercial para dar respuestas a las necesidades de la ciudad.
Su propósito era la liberación laboral y social de la mujer, así lo reconoce Escalona ante el crecimiento comercial de esta urbe, confiando en sus potencialidades para adaptarse a la dinámica de Barquisimeto. No sólo se quedó con su labor en el salón de clases, sino que fundó tres bibliotecas, incluyendo la primera infantil de la entidad larense; otra en Aguada Grande (Urdaneta) y una itinerante para los trabajadores. Creyó en la educación para adultos, contribuyendo a la profesionalización de trabajadores.
Casta J. Riera fue ejemplo de constancia, trabajo permanente que le permitió seguir innovando, por lo que en su faceta de comunicadora tuvo un ojo clínico para reconocer esos perfiles de intelectuales que empezaban a formarse en Lara, abriéndole la posibilidad en su revista “Alas” que inició en 1940. La identificó por esa necesidad de “vuelo” y difusión de la valiosa producción literaria que empezaba a gestarse en la provincia y quienes necesitaban hacer público sus artículos, sirviendo de enlace para darlos a conocer en la capital del país.
El cronista, Carlos Guerra, aplaude que Casta J. Riera siendo joven tuvo ese sueño de echar a volar a noveles escritores y ensayistas con la revista “Alas”, era ilustrada y orgulloso conserva un ejemplar de una de sus ediciones. “Era un gran desafío para la época, pero ella siempre fue perseverante”, cita de ese tiraje en números reducidos, pero con el contenido más selecto.
La locución fue otra de las pasiones de Casta J. Riera durante 30 años, inicialmente con su programa “La hora cultural” y luego pasó a llamarse “Panorama cultural venezolano”, transmitido los domingos de 8:00 p.m. a 9:00 p.m. por Radio Barquisimeto. Espacio informativo del acontecer cultural, de los recordatorios de la memoria como ciudad, valor de las bellas artes y resaltar las oportunidades de las mujeres para cambiar el mundo.
También con entrevistas a grandes personalidades, teniendo la hazaña en 1958 de recibir al poeta chileno Pablo Neruda. Guerra cuenta con una de las fotografías de ese momento histórico , en ella se aprecia al gran novelista con Casta J. Riera junto a un joven sentado al lado, de quien ella le mencionó: “¡Ese muchacho en algún momento va a ser muy grande!”. Se trataba de Rafael Cadenas, a quien ella le sugirió que siguiera escribiendo con una pluma tan limpia.
“Neruda, que luego fue distinguido como Premio Nobel de Literatura, estuvo en su casa y en el Instituto Mosquera Suárez”, resalta que estaba ubicado en la nomenclatura antigua de la calle Ilustre Americano con avenida 5 de Julio (hoy carrera 17 con calle 30), siendo escenario de esos conversatorios tan interesantes.
A principio de la década de los 40 figura en el periodismo, entre las principales organizadoras de la Asociación Venezolana de Periodistas, seccional Lara y posteriormente Colegio Nacional de Periodistas (CNP). Su academia inicialmente sirvió como sede al gremio.
Precisa que fue una mujer preocupada por el área de la salud. En diciembre junto a su amigo, el doctor Luis Gómez López, se repartían las estampitas de Navidad y eran vendidas para recaudar fondos para la consolidación de la liga antituberculosa.
Como fiel defensora de los derechos de la mujer, Casta J. Riera fue candidata a la Asamblea Nacional Constituyente de 1946, buscando el protagonismo en el campo social, político, económico y cultural. Además de propulsar el voto de las mujeres.
Su sobrina nieta, Arocha, aún se sorprende de su humildad, para ella es inolvidable su reacción al recibir el telegrama en el que le informaban que había sido elegida como “Mujer de Venezuela” en 1968. Llegó esa comunicación de la Asociación Interamericana de Mujeres y pensó que era una equivocación. “Yo iba con mi mamá porque ella retiró el telegrama al buscarme del colegio y al verlo, lo primero que dijo: sería un error”, dice pensando que no tenía los suficientes méritos para ese reconocimiento.
Fue una celebración extraordinaria, la alegría de la ciudad con todos sus allegados, empezando por Raúl Azparren, fundador de la Sociedad Amigos de Barquisimeto y Taormina Guevara, maestra de ballet. Arocha sólo tenía 14 años y recuerda que de inmediato fueron a felicitarla a su casa, incluyendo una serenata de la Orquesta Mavare que terminó en un gran baile.
Los honores fueron en Caracas, donde larenses residenciados en la capital se unieron a rendirle tributo. Recibió el título en la Asociación de Escritores de Venezuela que vino acompañado de entrevistas y el baile llenó de algarabía al salón Venezuela del Círculo Militar. En Lara, la celebración se extendió alrededor de una semana, con festejos en casas de sus amigos.
La obra de Casta J. Riera trascendió tanto que junto a monseñor, Críspulo Benítez, Azparren y otros fue partícipe de cuánta innovación traía desarrollo a la urbe, se incorporó a la fundación de las máximas casas de estudios como la Unexpo y la UCLA. Incluso edificaciones que llevan su hombre, como el Ateneo de Churuguara, y la escuela ubicada en la urbanización La Caldera en Iribarren.
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