Guiomar López | LA PRENSA DE LARA.- Pasillos de mercados municipales vacíos y repletos de carteles con ofertas en combos de carne que no pasan los $15. Es el ambiente de soledad que presenta el descenso en 80% de las ventas. Fernando Rodríguez, delegado regional en la Cámara Nacional de Carniceros, lamenta que los expendedores de carne se encuentran sobreviviendo con la venta de subproductos. Los clientes llevan más que todo hueso, costilla repelada, hígado, panza y la carne molida por ser más rendidora en su preparación.
«Las carnicerías han sido muy golpeadas y se evidencia en la caída de la matanza, bajando de 33 mataderos y sólo van quedando de 18 a 20 operativos en el país», precisa y menciona ejemplos de establecimientos que vendían hasta siete reses a la semana y ahora apenas logran vender una. Se queja de lo prolongado de la poca capacidad de compra que sigue mermando la alimentación de la familia.
Menciona que el impacto que les genera el pago de impuestos les reduce la ganancia, además de los gastos operativos de quienes deben cancelar arrendamiento y pagos de servicios públicos.
Esa es la realidad a diario de Luis Rodríguez, quien a más de 40 años con su carnicería se niega a cerrar las puertas. Apenas puede cancelar un trabajador porque la venta se limita a hueso blanco, hueso rojo, costilla repelada, hígado, lengua, panza y pueden complementar con carne molida.
El pollo lo prefieren picado y el bistec con cortes extrafinos que terminan casi transparentes. «Uno ya es un experto en esa carne que piden, como si se tratara de una radiografía», exclama el despachador Claudio Sequera. Precisa que los dueños optan por ofrecer los combos de $15 en medios kilogramos de bistec, mechar, molida, pollo, costilla y chuleta. Pero aún así, sólo tienen más salida durante las quincenas de pago.
Varios coinciden en que la compra diaria es al detal y ni siquiera supera las ventas por kilogramos de carnes. «La gente busca darle sabor a la comida y tener un poco de la esencia de proteína», precisa Betsy Cuicas, señalando que los clientes optan por las costillas para mejorar la sazón de las comidas. Resalta que hasta la costilla repelada, sin casi nada de carne, le sacan provecho a la sustancia del hueso.
Ramón Aranguren quiere ser optimista, simplemente por seguir abierto al superar los 40 años de experiencia en este sector. «Se sigue en la batalla y los respiros son mínimos durante los fines de semana», señala que las ventas no terminan de levantarse y que lo llevan a extrañar el tiempo de cuando vendía 10 reses a la semana.
Lamentan que los problemas también se han centrado en las dificultades de traslados, con pérdida de clientes que venían de otros sectores y que tienen pocas posibilidades para movilizarse por el gasto de pasaje. Se desencadenan tantas limitantes que sólo les queda evitar resignarse y abrir a diario sus santamarías. Las esperanzas siguen puestas en esa recuperación de ventas y la rentabilidad del negocio.