Osman Rojas | LA PRENSA.- En La Sábila si te pela el chingo te agarra el sin nariz. El urbanismo confirmó que el Janiel (malandro abatido por el Cicpc hace seis días) no era el único problema que lo hace estar en crítica condiciones.
Servicios básicos como agua, aseo, luz y gas también atormentan a los residentes de la zona quienes este miércoles 24 de enero en la mañana salieron a las calles para reclamar el “abuso” de algunos cisterneros.
Calles en condiciones deplorables, varias manzanas hechas zonas de guerra por la delincuencia, iluminación de sectores y veredas casi nulas, poca ayuda gubernamental, monte por todos lados y desidia es lo que reina en este sector al oeste de Barquisimeto.
Y si esto no era suficiente, se le anuda el problema del agua, factor que llevó a los vecinos a trancar el acceso principal además de la vía hacia el municipio Crespo porque los dueños de camiones quieren cobrar Bs. 20 mil por el llenado de pipa, si el pago se hace con efectivo. Si el usuario quiere hacer una transferencia el costo se incrementa a 25 mil.
“Aquí no hay control de nada”, denunció molesta Amanda Camacaro quien pidió agua por tubería. La manifestación se desarrollaba con relativa normalidad hasta que una comisión de Polilara sorprendió a tres chamos robando un autobús.
En ese instante se escuchó un disparo de perdigón al aire que hizo que el caos se apoderara del lugar.
La gente iba y venía sin saber lo que sucedía y en ese instante fue que se observó que funcionarios de Polilara en motos perseguían a tres presuntos choros.
Los delincuentes no pudieron avanzar mucho y antes de cruzar el arco de bienvenida a La Sábila le pusieron los ganchos. Fue allí cuando el segundo alboroto se presentó. Los habitantes, al ver que los uniformados se llevaban a los choros, empezaron a golpear a los policías haciendo que un oficial soltara a uno.
El chamo corrió por la pradera que conecta a La Sábila con otro sector. Uno de los policías dio la voz de alto, pero el malandro no escuchó. Ante la rebeldía del choro el oficial comenzó a disparar.
Primero lanzó perdigones, pero al ver que el hampón se alejaba sacó su arma de reglamento. Tres disparos se escucharon, pero ninguno impacto en la humanidad del maleante que se perdió en el monte.