Evana Materán | LA PRENSA.- Un trabajo en peligro. La venta informal de frutas, chucherías, jugos, bambinos, tostones y accesorios para carros se ve amenazada por la falta de efectivo porque mientras más caros son los productos más difícil es venderlos.
Los comerciantes informales que abarrotaban las calles y semáforos de Barquisimeto parece que desaparecieron.
En la avenida Rotaria sólo queda un vendedor de accesorios para carros parado frente al estadio Antonio Herrera Gutiérrez, se llama Rafael Suárez y comenta que tiene dos décadas trabajando en la misma zona, pero que ha visto cómo sus compañeros han abandonado las calles porque la mercancía que vendían está muy cara.
En esa avenida se veían a diario vendedores de lechosa, mandarinas o cambures, pero ahora lo único que se puede encontrar son los forros de volantes y luces recargables que carga Rafael sobre su cuerpo y que ofrece a los conductores cada vez que el semáforo marca la luz roja.
“Los clientes dicen que no hay efectivo”, expresó Rafael al recordar que su mercancía cuesta entre 250 y 500 mil bolívares y son pocos los conductores que sacan los billetes para comprarle.
Cuando mucho puede vender una pieza al día que le alcanza para medio comer. Al pasar por la avenida Libertador, a la altura de la calle 42 también se observa la huella de la poca fluidez de efectivo. Sólo hay cuatro vendedores ofreciendo tomates en unas bolsas que llevan en cada mano y que cuestan para venderse porque están a 30 mil bolívares cada una.
Para pagarlas con efectivo los clientes tendrían que ir tres veces al banco, pues en algunas entidades bancarias, como Banco Nacional de Crédito (BNC) entregan sólo Bs. 10 mil por taquilla. Un dinero que pocos deciden gastar en compras de verduras.
Edecio Pineda tiene 10 años como vendedor, también está en la avenida Libertador y asegura que antes vendía melón o lechosa, pero que ahora es muy difícil trabajar con estas frutas. Prefirió pasar entre los carros ofreciendo alfeñiques en 5 mil bolívares cada uno y en ocasiones hace ofertas de tres por 10 mil para que se los compren rápido.
En la avenida 20 los vendedores tienen caras de tristezas y desánimo. Comentan que están pasando por una mala situación desde el año pasado cuando la gente empezó a cuidar más el efectivo y dejó de gastarlo en cualquier producto.
“A veces nos vamos con las manos vacías”, asegura Deisy Delgado, sentada al lado de una mesa donde tiene productos de maquillaje, afeitadoras e hilos para coser. En su puesto ni preguntan los precios, la gente pasa por la acera y casi no los mira.
En el terminal de pasajeros la situación es peor porque los comerciantes manifiestan que los usuarios prefieren gastar el efectivo en los pasajes que comprarse un café, refresco o tostón. “Duramos mucho para vender un termo de café”, dijo un vendedor, quien reconoce que debe pasar más horas trabajando.