Guiomar López | LA PRENSA DE LARA.- Los ojos más brillantes, ese cuerpo que baila solito y hasta la picardía de adultos sintiéndose niños jugando a mojar a los demás. Es el cóctel de alegría, colores y caramelos que sigue dejando la celebración de los Carnavales 2024 en Barquisimeto. La creatividad vuela desde la inocencia del desfile de los jóvenes del Hogar de Niños Impedidos (Honim), mientras la Fundación Alma de Lara llevó a un viaje por los tambores de San Millán. Todos con la misma emoción y algarabía carnestolenda que invita desde el calipso y hasta el juego de garrotes que se recrea en la tierra del tamunangue.
La comunidad vive este festín y así lo dejaron bien claro desde la Fundación Alma de Lara en Brisas del Aeropuerto, al oeste de la ciudad. Los vecinos se asomaban y lo primero que veían era a un grupo de paleros, los niños con sus garrotes. Ellos le abrían camino a unas niñas bailadoras que llevaban un muerto en una hamaca, eran las mujeres que se lamentaban y lloraban por la pérdida de su cacique. Un paso lento que al ritmo de los tambores de San Millán y que hacía honor a la celebración desde la tradición del «velorio y entierro de la hamaca«.
Así llevaban a las tierras de Carabobo, donde acostumbran este baile centenario de carnaval y donde el ritmo de la percusión iba definiendo esos lapsos de juego de garrote, una batalla en resistencia por la muerte aborigen. «Lo hacemos de esta manera para que se conozcan estas tradiciones venezolanas y así involucrar a las nuevas generaciones, de acuerdo con nuestro calendario«, precisó José Pastor Yépez, presidente de la Fundación Alma de Lara. El desfile culminaba con el baile de la burriquita y así iban invitando a vecinos de esta comunidad.
Pero esa energía también se sintió hacia el este, cuando los niños y jóvenes del Honim sorprendían a transeúntes de las avenidas Bracamonte, Venezuela y Morán, finalizando con el alboroto de los habitantes del sector El Suspire, quienes salían hasta la acera y saludaban con cariño a estos jóvenes, quienes no sólo sonreían, sino que también compartían sus caramelos y hasta se atrevían de ofrecerles un cálido abrazo.
Eran más de 29 participantes que durante una hora de recorrido, donde se evidenciaba la inocencia a flor de piel, tal como lo mencionaba el hermano Rafael Cordero, de quienes gritaban al carnaval sin importar que repetían trajes del año pasado y algunos fueron retocados con reciclaje. Era el brillo en sus miradas y esas manos que no dejaban de saludar o de aplaudir. Aquellos que iban caminando lo hacían al ritmo de la música y quienes tenían dificultad de movilidad, no tenían impedimento para disfrutar desde sus sillas de ruedas.
«Es una gran celebración y lo vivimos al igual que ellos», exclamó Dehisy Alvarado, enfermera y coordinadora de Bienestar del Honim. También lo señaló la psicopedagoga, Mariargelis Camacho, al agradecer la contribución de los 16 trajes realizados por estudiantes del Instituto Universitario Jesús Obrero (IUJO), inspirados en jardineros con sus sombreritos de cartón.
«Son momentos que dejan esa huella en el alma de estos niños y jóvenes», dijo Camacho, recalcando la importancia de este tiempo de calidad y compartir al aire libre, con toda esa inocencia y carisma de estos menores.
Pero hacia el otro extremo se percibía una celebración sin consentimiento, donde adultos «jugaban» a mojar a quienes salieran a su paso. Era una caravana con centenares de motos y algunos vehículos provenientes de Barrio Unión, varios disfrazados y hasta terminaban dejando el temor al lanzar bombas, su puntería con pistolas de agua y hasta vaciaban tobos.