Rebeca Bora | La Prensa.- Dos enfermeras vestidas de azul ingresan a la sala de parto del Hospital Central Antonio María Pineda de Barquisimeto. Ofrecen gorritos, escarpines y zapatillas tejidas para bebés. Los familiares que esperan sentados o acostados en el piso de la pequeña sala, situada en el piso 3, las miran fijamente. Nadie les compra.
Mientras decenas de pacientes y familiares padecen la escasez de insumos, muchos los ofrecen de manera ilegal.
Katiuska Timaure, de 27 años, se encuentra en pabellón. Dio a luz a su bebé tras esperar ser atendida durante diez horas. El parto se retrasó por no tener a la mano el kit de embarazada a la hora de su ingreso el día anterior.
El esposo de la joven, que se identificó como funcionario de la Guardia Nacional, dijo quecompró el kit para su esposa en Bs. 23 mil. Buscó en diferentes farmacias durante toda la noche pero al final terminó por llamar a un número de teléfono que aparece en una hoja pegada en el área de parto.
En el papel, pegado con tirro, se lee: “Venta de material médico, día, noches y fines de semana para sus emergencias”. El bachaquero ofrece guantes, bolsas de orina, kit de obstetricia y laparatomía, tubo endotraqueal, “y mucho más”.
Familiares de las parturientas comentan dónde, en cuánto y quién les puede vender lo que los médicos les solicitan a cada instante y no consiguen en ninguna de las farmacias, sino que tienen que recurrir a los bachaqueros, que muchas veces se encuentran dentro del hospital.
A pesar de que estos actos son exhibidos cada día sin ningún pudor, el jefe de servicio de emergencia Ginecobstetrica del Hospital, Enrique Alvirez, manifestó que sería irresponsable afirmar que “el personal de salud esté involucrado en bachaqueo”.
Alvirez, sin embargo, destacó que se han realizado importantes denuncias ante el director regional de salud, Ruy Medina, por la presencia de personas inescrupulosas que se dedican a la reventa de medicamentos en los alrededores del centro de salud.
Usuarios del hospital comentan que a medianoche entran hombres, y a veces mujeres, a dar una vuelta y ver quién necesita qué, para luego sacar de un morral lo que el cliente necesite.