Osman Rojas | LA PRENSA.- El país no está para estudiar. Ese es el pensamiento generalizado que tienen los profesionales en formación y es que, según los datos recolectados por el diario La Prensa, en el último año, al menos 2 mil estudiantes han congelado sus cargas académicas para irse del país.
Los estudiantes de medicina son los más afectados. Los registros que maneja la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado reflejan que, en menos de un año, unos 550 estudiantes en formación han dejado sus estudios.
“Nosotros no podemos ocultar la crisis que hay en Venezuela. Hay estudiantes que no aguantan la presión porque tienen que responder a la familia y eso les genera cargas adicionales”, explicó en días pasados el profesor Nelson Loureiro, director administrativo, del decanato de Ciencias de la Salud.
La autoridad resaltó lo difícil que es estudiar la carrera y dijo que, por lo general, los estudiantes que tiran la toalla son aquellos que vienen de otras ciudades. “Se gasta mucho. Aquí deben pagar alquiler, comida y libros. Eso siempre cuesta”, dijo.
Los futuros doctores no son los únicos que abandonan la carrera. En la Universidad Fermín Toro (UFT), también se ha registrado una estampida masiva de estudiantes que no pueden costear la carrera.
“Graduarse aquí cuesta. Los precios suben cada semestre y eso deja contra las cuerdas a muchos estudiantes. Tenemos casos registrados de muchachos que dejan el semestre luego de pagar dos cuotas porque no tienen cómo seguir”, dijo un profesor de la institución que prefirió el anonimato.
Los registros de la UFT no indican cuántos estudiantes han congelado (eso lo guarda celosamente control de estudio); sin embargo, profesores estiman que son más de 300 los chamos que cambiaron las libretas por el pasaporte.
“El problema social que hay en Venezuela es imposible de ocultar. Cada vez nos quedamos con menos profesionales y ya no hay generación de relevo”, advirtió el César Saldivia, sociólogo y profesor de la UCLA.
Otras universidades como el Politécnico, la Simón Rodríguez o la Antonio José de Sucre también han reportado una pérdida considerable en sus matrículas. En estas casas de estudio se estima que la asistencia de estudiantes ha disminuido en un 40%.
“Lo que más nos preocupa a nosotros como educadores es la fuga de cerebros. Estos muchachos que se van para ser buhoneros en Colombia podrían ser motores de crecimiento aquí pero le cortamos las alas. Tardaremos 50 años en recuperar a estos profesionales”, concluyó desilusionado el profesor.