viernes, 22 noviembre 2024
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Adultos mayores y niños puntean cifras de desnutrición

María B. Jordán | LA PRENSA DE LARA.- Medio kilo de caraotas y medio de pasta es el almuerzo que tenían en un humilde ranchito del sector III del barrio La Batalla, son ocho personas las que dependen de esa olla, de los cuales tres son niños y el resto adultos. Se trata de una situación complicada para la salud, pues esa dieta es la frecuente entre los venezolanos que viven en zonas vulnerables y día a día sortean la crisis que los orilla a la desnutrición.

Hombres, mujeres, niños y adultos mayores, ninguno está exento de enfrentar el hambre o a comer menos porciones de granos y carbohidratos, cuya carga nutritiva es tan baja que los ubica como personas de alta vulnerabilidad a enfermedades y cuadros de desnutrición, pues trata de alimentos que sólo sirven para llenar el estómago, pero cuyo consumo aumenta porque es más económico, según explicó el Observatorio Venezolano de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Ovsan).

Según la ONG Mapani, la crisis que dispara el hambre ha ido en aumento durante la pandemia. Sólo en el 2021 un 40% de los niños que fueron atendidos estaban en riesgo de desnutrición. Al conversar con los padres, se conoció que la dieta diaria estaba basada en granos, pasta, arroz, arepa y margarina. La mayoría sólo consume dos comidas al día y no consume carne, pollo, huevos ni embutidos.

María Quintero, vecina de La Batalla, dijo que todos en su ranchito comen lo mismo, no hay preferencia para los tres niños que necesitan de una alimentación balanceada, pues están en etapa de crecimiento. «Se come lo que tengamos, en su mayoría hacemos pasta con caraotas para el almuerzo y en la mañana es la arepa con mantequilla. Huevos o mortadela sólo se ven en sueños», agregó.

Marianella Herrera, médico nutricionista y profesora de la Universidad Central de Venezuela (UCV), dijo que todos los venezolanos están sufriendo una desnutrición crónica, cuyos casos más drásticos se pueden ver en las familias que viven en zonas vulnerables, en especial en los niños que están siendo diagnosticados con desnutrición grave desde que nacen.

Familias de zonas de Barquisimeto como La Batalla, El Bolívar, Delfín García y La Paz afirman que comer balanceado es un plan que no entra en sus casas, pues ni las bolsas del CLAP traen alimentos nutritivos.

«Comemos caraotas con pasta y arepa en el almuerzo, es lo más accesible», detalló Yinelly Bracamonte de La Batalla, quien aseguró que su familia sueña con comer un trozo de carne o una fruta en la merienda. Señala que hay días en los que se acuestan a dormir con el estómago vacío.

El Programa Venezolano de Educación Acción en Derechos Humanos (Provea), aseguró que el efecto de la crisis golpea a la población y que ha sido tan devastadora que la situación alimentaria y nutricional se agudizó, según sus cifras en el 2020 la desnutrición aguda en comunidades vulnerables del país fue de un 12%, además que la inseguridad alimentaria moderada y severa pasó de 69% entre noviembre 2019 a 74% al inicio de la pandemia, lo que es una violación de los derechos humanos.

Afectados

Los adultos mayores también padecen por la situación del país. De acuerdo con la Asociación Civil de Atención a los Derechos Humanos de los Adultos Mayores en el país (Convite), el 42% de las personas de la tercera edad han tenido que reducir sus porciones de comida y a veces no comen las tres, sino que dos cuando mucho.

Esa historia la cuenta Julián Galíndez, de 70 años de edad, quien vive en la zona de El Bolívar, al oeste de la ciudad. Aseguró que con la pensión no pueden cubrir sus necesidades básicas y ni siquiera poder comer bien, por lo que a diario deben acudir a comedores populares. Agregó que sólo en ocasiones cuando les llega uno que otro bono a través del carnet de la Patria es que pueden comprar un poquito de queso, o medio cartón de huevos para consumir proteína animal.

Los adultos mayores son uno de los más golpeados en cuanto a la inseguridad alimentaria porque muchos se han quedado solos en sus casas, debido a que sus hijos y demás familiares se han ido al extranjero y no tienen ayuda económica para poder vivir.

«Y lo que más podemos comer son los granos o vamos a los comedores y nos dan», dijo Galíndez. Convite señala en uno de sus informes que el 91% de los adultos mayores no consume carne diariamente y una dieta a base de carbohidratos no es lo recomendable para ellos.

Los abuelos agregan que ni siquiera comen frutas o toman jugo, porque no es una prioridad y porque el dinero no les alcanza, añaden que a veces ni cenan o sólo se conforman con un pan para no acostarse con el estómago vacío.

Llama a atender los casos

Delcy Rodríguez, vicepresidenta ejecutiva de Venezuela, pidió a las autoridades del país buscar «en sus casas» a cada niño con «vulnerabilidad nutricional», para brindarle atención sanitaria.

«Vamos a buscar niño por niño, en sus casas, que tengan vulnerabilidad nutricional y le damos salud, los hacemos unos niños sanos», expresó Rodríguez en un recorrido por el sector del 23 de Enero, en Caracas, el pasado sábado 19 de marzo.

La vicepresidenta, aseguró que esa zona quedó declarada como el «segundo territorio libre de vulnerabilidad nutricional», aunque no ofreció detalles sobre cuál es la tasa de desnutrición infantil en el país.

Rodríguez pidió a los médicos hacer recorridos y tener un plan, así como el perfil sanitario de cada hogar.

El pasado 2 de diciembre, el opositor venezolano Miguel Pizarro denunció que la inseguridad alimentaria y la nutrición siguen siendo una de las «preocupaciones más grandes» en Venezuela, al aparecer el país «por tercer año consecutivo» en la evaluación Global Humanitarian Overview (GHO) de la Oficina ONU para Coordinación de Asuntos Humanitarios (Ocha).

Los comedores son una salvación y un respiro

Los comedores populares en diferentes comunidades son una ayuda para las personas vulnerables, quienes recurren a ellos para poder tener una porción de comida al día.

Las personas dicen que algunos son de iglesias cristianas y católicas, mientras que otros son de organizaciones no gubernamentales. Añaden que deben llevar sus envases, que en su mayoría son de mantequilla y ahí les sirven arroz, pasta o granos, en ocasiones les dan arepa.

En una escuela del sector Morrocoy, al oeste de Barquisimeto, apoyan a los adultos mayores con comida. «Algo nos dan, nosotros venimos aquí y con eso resolvemos el almuerzo», dijo Naudy Díaz, quien agregó que la pensión no les da para comprar comida.

Yesileth Camargo, quien vive en El Bolívar, dijo que de lunes a viernes ellos van a buscar comida en la casa de la alimentación del sector, la cual es dirigida por una iglesia y con eso se ayudan. «Llevamos las tazas y nos colocan la comida, a mí me dan por mis dos hijos».

Hay casos en los que los adultos mayores también recurren a otros comedores, como es el caso de la Ciudad de los Muchachos, ubicada en la carrera 13 con calle 41, ahí se puede ver la larga cola que se hace desde tempranas horas de la mañana para ser atendidos al mediodía.

Hay otros casos, en los cuales los miembros de las iglesias se trasladan a algunos sitios, como hospitales y ambulatorios y se encargan de repartir más que todo arepas rellenas o pan, pero para las personas que tienen algún familiar recluido en estos centros asistenciales.

Las personas detallan que esa porción de comida es una gran ayuda porque si no fuese por eso pasarían todo el día con el estómago vacío, porque no tienen para poder comprar, ya que la pensión no les alcanza.

Con retraso de crecimiento

Cáritas Venezuela identificó que la desnutrición aguda alcanzó un 12% en 2020. Insisten en que el retraso del crecimiento se ha acumulado de forma sostenida desde 2016 y la escala del problema se ha mantenido por encima de los umbrales internacionales de manera consistente.

Susana Raffalli, investigadora de Cáritas Venezuela, alertó sobre el retraso del crecimiento como consecuencia de la desnutrición crónica y explicó que fue más frecuente identificarlo en los primeros dos años de vida de los niños.

Un 41% de los casos estudiados arrojó que el pico de prevalencia ocurre específicamente entre los 20 y 22 meses de edad. Raffalli resaltó que hay mayor incidencia en las niñas con respecto a los niños, según los datos que ellos recogieron para la investigación.

 

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