Una de las consultas lingüísticas más recurrentes dirigidas a la Real Academia Española (RAE) involucra la corrección de frases como «subir arriba» o «bajar abajo». Durante mucho tiempo, estas construcciones fueron percibidas como un error de estilo o una redundancia innecesaria, dado que el significado del verbo ya implica la dirección: subir es ir hacia arriba, y bajar es descender.
Sin embargo, la RAE ha resuelto la duda al aclarar que este tipo de frases no solo son frecuentes en el habla cotidiana, sino que son válidas y funcionales dependiendo del contexto. La institución sostiene que, lejos de ser un simple error, añaden un matiz de énfasis o un valioso refuerzo semántico al mensaje.
Técnicamente, el verbo «subir» se define como «ir o moverse hacia arriba», mientras que el adverbio «arriba» significa «hacia lugar o parte superior». Aunque su unión podría considerarse redundante a nivel conceptual, la práctica lingüística demuestra su valor expresivo.
La Real Academia Española, a través de su sección de «dudas lingüísticas«, explicó que: «la información que aportan los adverbios suele ser necesaria, por lo que en el contexto adecuado se pueden considerar construcciones válidas: Cuando subas arriba, llévate la almohada«.
La institución recordó que el pleonasmo es un fenómeno inherente y normal en la lengua, el cual suele responder a la necesidad de un refuerzo expresivo, una razón que justifica su uso y lo exime de ser considerado una falta. Este mismo principio se aplica a una variedad de construcciones similares que la RAE también considera aceptables por su valor expresivo, como «entrar adentro», «salir afuera», «bajar para abajo» o «volver a repetir».
Todos ellos comparten la característica de utilizar un verbo que ya denota una dirección o ubicación, el cual es reforzado por un adverbio que busca aportar mayor claridad o énfasis, siendo comunes en el habla diaria e incluso en contextos literarios.
Para entender mejor el fenómeno, la RAE define el pleonasmo como una figura retórica que introduce uno o más términos redundantes, cuya omisión no alteraría el sentido denotativo, pero que tienen el objetivo de enfatizar o embellecer el discurso. Por ejemplo: «lo vi con mis propios ojos» es pleonástico.
En contraste, la redundancia en un sentido viciado es la repetición involuntaria de información implícita que no cumple un propósito estilístico o expresivo, como en «regalo gratis» o «cadáver sin vida». La clave, por lo tanto, radica en la intención: el pleonasmo es un tipo de redundancia con un fin expresivo y retórico, mientras que la redundancia sin intención es un vicio del lenguaje.
En esencia, aunque la tendencia en textos formales es evitar las redundancias, la RAE válida que, en la oralidad y en ciertos usos escritos, los pleonasmos como «subir arriba» cumplen una función comunicativa de refuerzo que es inherente al idioma y, por lo tanto, válida.
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