Agencias | A PRENSA DE LARA.- Celia Cruz era mujer, negra y pobre, tres obstáculos para una intérprete de la Cuba de mediados del siglo XX que no le impidieron convertirse en la gran figura femenina de la salsa en el mundo, un camino forjado en su país natal, como reivindica una biografía que está a punto de salir a raíz de la conmemoración de los 18 años de su partida física.
Bajo la autoría de la filóloga especializada en música cubana, Rosa Marquetti, «Celia en Cuba: 1925-1962», sigue un desarrollo cronológico año por año para ver cómo crece su carrera y se amplía su presencia a otros países desde su juventud como estudiante de Magisterio, «una de las pocas carreras a las que un negro pobre podía estudiar», destaca la autora, también cubana y afrodescendiente.
De igual forma, acota que siente una empatía extraordinaria hacia la intérprete de «La negra tiene tumbao», tanto como cantante como mujer.
«Si te pones a mirar lo que logró, de dónde salió y dónde llegó, no puedes hacer otra cosa que admirarla», destaca, antes de verbalizar la otra gran razón para componer este relato: «Me molestaba que todos los que habían escrito sobre Celia Cruz eran hombres y no cubanos, así que esta mirada es diferente».
La influencia de Cruz
Marquetti destaca el papel que tuvieron la madre de la artista y especialmente su tía en el desarrollo de esta historia, que también se describe como «la lucha de las familias negras afrodescendientes en Cuba desde la pobreza, porque sus hijos validaran su talento y encontraran un camino de reconocimiento social».
La autora ha obviado anécdotas en favor de hechos y los ha encontrado en la «rica y variada prensa» que había antes de la revolución cubana (1953-1959), así como en testimonios de primera mano, es decir, gente que la conoció en esa época.
Entre sus conocidos figura Irma Peñalver, quien llega a ser su modista, o Santiago Alfonso, prestigioso coreógrafo que ha defendido el cabaret en las artes escénicas en Cuba, el espacio en el que Cruz ha empezado a moldearse.
«Todos los que la conocieron coinciden en su carácter. Hablan de su sencillez, de su determinación y disciplina. Tenía muy claros sus objetivos», resume sobre este ícono que falleció el 16 de julio de 2003.
Una búsqueda amena
Por otra parte, la escritora ha podido acudir además a dos archivos documentales esenciales: el Celia Cruz Legacy Project radicado en Miami, que le hizo llegar infinidad de documentos (pasaportes, correspondencia con mánagers y con el presidente del sello para el que grababa), y la mayor colección de música afrolatina del mundo, que está en El Escorial (Madrid), la fonoteca de Gladys Palmera en Madrid.
Allí están prácticamente todos los discos que grabó Celia Cruz, incluso las rarezas más grandes, como las que junto a Merceditas Valdés prueban que fue la primera en grabar música yoruba en el mundo.
«No era aún ni famosa ni conocida, pero cuando lo escuchas se te ponen los pelos de punta», asegura, antes de ubicar el lugar de Celia Cruz en la música: «Fue el punto más alto de una trayectoria de mujeres afrocubanas que empezó a principios del siglo XX, con María Teresa Vera, Rita Montaner o Paulina Álvarez, su gran referente. Pero ella fue la que logró internacionalizar eso».
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