EFE | LA PRENSA DE LARA.- Transformar camisas masculinas de segunda mano en un body de bebé. Esta es una de las tareas del afgano Mohammad, la guineana Fatou y la española Adelina, quienes integran, como costureros, la nueva galaxia de firmas de reciclaje creativo y sostenible en Francia.
Las 244.500 toneladas de productos textiles desechados cada año en Francia son oro para estos tres empleados de Mode Estime, un pequeño taller situado en el departamento de Saint-Denis que recluta solo a personas en proceso de inserción laboral, la mayoría mujeres y de origen inmigrante.
«El material de segunda mano lo reciclamos y fabricamos otro modelo. Creamos estuches, monederos, bolsos», cuenta a EFE Fatou, de 51 años y emigrada a Francia desde Guinea-Conakri en 2014.
La costurera ha trabajado, últimamente, en trajes usados de PVC convertidos en bolsos o estuches y también en camisas usadas transformadas en otras especialmente adaptadas para pacientes de hospital, en las que se facilita, por ejemplo, la introducción de catéteres.
Este «upcycling» o reciclaje creativo, que se basa en objetos descartables que crean productos con mayor valor que el del objeto original, supone un contrapunto a lo que se ve con frecuencia en la despilfarradora alta costura parisina, que acaba de comenzar su Semana de la Moda primavera-verano 2024.
Este pujante ecosistema del «reciclaje creativo», que tiene también en París uno de sus centros europeos, tiene como piedra angular la reducción de la huella ecológica del proceso textil.
Según datos de la propia industria francesa, un kilo de textil consumido en el país genera 54 kilos de CO2 (teniendo en cuenta que la producción es importada en el 95,7 %). Sin embargo, ese mismo kilo «made in France» genera la mitad de CO2.
Mode Estime es un eslabón fundamental de ese ecosistema de la «moda responsable», como cuenta su responsable de comunicación, Mathilde Coin.
«Tenemos una parte de formación e inserción, para lo que nos subvenciona el Estado, pero también trabajamos por encargo, ya sean para pequeñas marcas de autor, como Pétille, o las que hacen textil a gran escala», indica.
Este taller, como otros dedicados a la reinserción laboral, no exige a sus candidatos conocimientos previos en costura. «Nuestra misión principal es ser un trampolín para el empleo», agrega Coin.
«Menos emisiones y mas inserción»
Stéphanie Gregoire, una arquitecta reconvertida a la «moda responsable», ha lanzado este mismo año, junto a una socia, la marca Pétille, que convierte camisas de adulto en pantalones y faldas para niños.
La firma lucha contra dos grandes obstáculos: El precio de venta al público y el prejuicio con la ropa usada, vista por muchos con menos atractivo visual y de peor calidad.
«Cuando alguien lleva nuestra prenda, tiene la sensación de llevar una nueva», asevera la emprendedora, quien aclara que todas están completamente desinfectadas e incluso huelen «a nuevo».
Las ropas, además, llaman la atención por sus colores, estampas y pequeños aderezos, todo concebido por la propia la empresa.
El precio, más elevado que el practicado por la gran distribución (en Pétille son 45 euros por un pantalón), compensa para el consumidor porque la concepción y el proceso de fabricación corresponde a valores que aprecia. «Menos emisión carbono y más inserción social», realza Gregoire.
Ejemplo de esa inserción son Mohammad, un joven de 34 años huido de Afganistán en 2017, y Adelina, madrileña de 58 años que se quedó sin empleo tras superar un cáncer.
«Trabajo aquí desde 2022, en mi país ya trabajaba en la costura, era diferente porque no trabajaba con otros costureros», apunta un tímido Mohammad.
Adelina, una de las hispanohablantes del taller junto a una mujer peruana, no logra esconder la felicidad y el orgullo de pertenecer a Mode Estime. De autodidacta ha pasado a tener una formación específica en alta costura. «Te digo, de aquí ha salido mucha gente que se ha ido a Channel«, remarca.
Información: EFE, Isla de Saint-Denis (Francia), 27 sep