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Ánimas resguardan espacios del Museo de Barquisimeto

Los largos y amplios corredores del museo de Barquisimeto, ubicado en las carreras 15 y 16 entre calles 25 y 26, no solo guardan la historia de la ciudad y las obras o esculturas de grandes artistas, sino que encierran actividades paranormales en horas de la noche. Trabajadores de este icónico lugar de la ciudad crepuscular, aseguran que los espíritus de mujeres, monjas y un niño rondan los pasillos y de forma traviesa se cuelan entre las imágenes que se toman.

Anteriormente en los espacios donde se encuentra esta histórica edificación, funcionó en 1565 el antiguo Hospital de Santiago, estaba en la esquina de la carrera 15 con calle 26. Luego en 1579 se su nombre fue cambiado a hospital de San Lázaro el cual tenía, para la fecha, dos alas de enfermería para atender en cada área a hombres y mujeres, seis camas y muebles para la atención de los enfermos. Según se cuentan, estos espacios antes de ser hospital era la cárcel de la ciudad; sin embargo, esta edificación fue destruida el 26 de marzo de 1812 con el terremoto que afectó a varios estados del país.

Ya 1878 el doctor Antonio María Pineda comenzó hacer los trámites para que ese espacio del antiguo hospital fuese rehabilitado para el nuevo Hospital la Caridad. El diseño de estilo neoclásico fue una obra del arquitecto alemán Justo Rosenberg. Tiempo después en 1909 iniciaron los trabajos de reconstrucción y el 8 de mayo de 1918 fue reinaugurado. El espacio sirvió como nosocomio hasta 1954 cuando el Hospital fue mudado a la sede que ocupa en la avenida Vargas con el Nombre del Dr. Antonio María Pineda.

Para Julio Muchacho, quien trabaja desde hace 12 años como cuidador en el museo, las salas y pasillos de la edificación patrimonial, guardan entre sus cimientos ánimas que durante la noche salen a caminar por los espacios en los que en una época estuvieron en cuerpo presente. “Es como si sintieran, la parte más antigua del museo, como suya por eso la cuidan más”, dice el hombre que ha sido testigo de estas visitas nocturnas.

En la actualidad estos espacios históricos están siendo remodelados y Julio participa en esta restauración. Cuenta que en una ocasión estaban almorzando, en el área del comedor. La parte principal se quedó sola por unos minutos, nada más estaba el ingeniero que llevaba parte de la obra, pero estaba en la parte externa en la acera de la calle.

“Estaba tomando unas medidas. Desde afuera asegura que escuchó que había como una grisapa (griterio) dentro del museo. Y él dice, no, pero es que… Es que, si ahí no hay personal, el personal está almorzando, ahí no hay nadie. Y él escucha, – mira como me tienen aquí la cosa, todo feo, todo descuidado, sucio todo- al escuchar que están diciendo esto el ingeniero, pasó y dice que hoy no hay nadie. Y las voces venían, eran de aquí. Entonces, ahí él les habló a ellos también diciéndoles: oh, miren, discúlpeme que estemos aquí en su espacio. Nosotros estamos arreglando aquí el museo para que se vea bonito y ahí se calmaron y no hicieron más nada”, cuenta Julio.

Espacios del museo son especiales

Dice que esa área es muy especial para los espíritus que allí se merodean. “Yo he tratado de dormir allí y no me han dejado, los días más fuertes son los lunes porque es el día de las ánimas, la presencia los lunes por las noches es mucho más fuerte. Para respetar su espacio yo les hablo y ya no volví a intentar dormir allí”, relata el hombre.

Josué Muchacho, es primo de Julio y también uno de los celadores del museo desde hace tres años. Cuenta que pasada la media noche los espacios ubicados hacia la calle 25, donde actualmente descansan y está el comedor, el ambiente suele ponerse pesado, cree que esto se debe a que aparentemente por ese lado estaba ubicada la morgue. “Por esos pasillos se ve como las monjas, vestidas de blanco, caminan de un lado para el otros, es como si aún se mantuviesen cuidando a sus pacientes”, cuenta Josué.

Las primeras enfermeras en la ciudad fueron las Hermanitas de La Caridad, ellas atendian a todos los pacientes y hacían lo necesario para generar los ingresos para contribuir con la labor del hospital; es decir, el recinto médico lo hicieron suyo.

Pero las hermanitas no son las únicas que han hecho suyo el recinto. Julio Muchacho, recuerda que en el 2012 para ese entonces se estaban montando unas cámaras de seguridad. “Yo estaba cerca del joven que las estaba montando y en una de esas lo llama quien está viendo los monitores en la oficina y le dice: mira dile a ese niñito que está allí que se aparte un momento, no sea que se resbale la escalera y le caigas encima y le hagas daño; y él le respondió: ¡sie carajo! aquí no hay nadie, a lo que el del monitor le dijo que justo a su lado tenia a un niño”, relata.

Luego de 13 años son muchas las anécdotas que quienes allí prestan algún servicio tienen para contar. “En otra oportunidad venía de comer con una compañera y vimos a un niño sentado en uno de los bancos del pasillo y nos preguntamos ¿Y con quién andará? El niño entró a la sala expositiva y cuando mi compañera fue a ver si estaba con la mamá, allí no estaba ni la mamá ni el niño”, asegura Julio.

De estos hechos, hasta registros han quedado, pues Julio para hacer sus reportes graba videos y en uno de ellos luego de enviarlo, quien lo recibió le envió un mensaje que decía: “julio no estás solo, revisa el video”, cuando lo volvió a ver con claridad se logra observar a una mujer como lo miraba fijamente. Lamentablemente el teléfono se dañó y ya no tiene las pruebas. Asegura, que a estas alturas a pesar de que se sienten y se ven en el museo, no les presta mucha atención.

Con el pasar de los años evitan ir a esos espacios en el que, saben se siente mayor presencia, sin embargo, los ruidos son constantes. Las historias son contadas por sus protagonistas como anécdotas entre risas. Josué recuerda como en sus inicios en el museo él se encontraba en la parte trasera del museo y en la zona principal había una carretilla y mientras hacía su recorrido se podía escuchar como si alguien bajara la carretilla por la rampa y al asomarse no había nada.

Con el transcurrir de los años, las historias van creciendo, sobre todo entre quienes deben pernoctar en las instalaciones. Aunque hay muchos otros que hasta la fecha no han visto, ni sentido nada extraño.

Entre los vecinos de la zona, distintos son los mitos que se fabrican del museo, están los supuestos túneles que comunican el museo con el cuartel Jacinto Lara, la iglesia Concepción y San Francisco;  así como también, los cuentos que se tejen sobre los espantos y asesinatos que ocurrieron en el siglo pasado.

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Anny Giménez

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