Luis F. Colmenárez | LA PRENSA DE LARA.- La pudrición les entra hasta por los poros. Desde hace casi tres semanas, los vecinos de El Garabatal, Plantío de Dios y Santo Domingo, al oeste de Barquisimeto, han tenido que lidiar con la fetidez que emana de un colapso de cloacas que se ha convertido en toda una tortura.
En medio de la plaza Garabatal se presenta un bote de aguas negras, que con el pasar de los días fue creciendo hasta el punto de crear un río que atraviesa las comunidades aledañas.
Desde los ranchitos que se encuentran a orillas de El Garabatal, hasta las viviendas de Santo Domingo, se ven afectados por un líquido marcado por un intenso color oscuro y con un aroma que genera ganas de vomitar. Además es un nido de animales y mosquitos.
Son más de 200 familias las que se encuentran sumergidas en la problemática que ha acarreado consigo contaminación, insectos y enfermedades.
Con su niña en brazos, Yajaira Rodríguez comenta que en horas del mediodía y de la noche el olor putrefacto se torna más potente y se les hace casi imposible conciliar el sueño.
«Vivimos mareados y con ganas de vomitar, el olor es terrible y pone en riesgo la salud de nuestros niños», recalca Rodríguez.
Son muchas las familias que han optado por enviar a sus hijos y adultos mayores a las casas de algún pariente en otras zonas, para no tener que lidiar con la peste.
Como medida de hacer frente a la problemática, José Luis Silva, uno de los vecinos que está más expuesto a la contaminación, optó por tomar una pala y levantar con tierra una especie de muros que disminuyan la cantidad de agua piche.
«He tenido que realizar el trabajo dos veces porque los ciclistas pasan y aplanan la tierra», manifiesta el señor Silva, quien además comenta que los motorizados también sufren al transitar por la zona, pues cuando los vehículos le pasan por un lado, terminan siendo bañados por el agua putrefacta.
La cantidad de agua que brota de las cloacas y la presión que lleva es tan grande, que la corriente se desplaza por varios metros y desemboca en el río Turbio.
Las personas exponen que en días pasados, una comisión de Hidrolara se presentó en el sitio para realizar la evaluación correspondiente; sin embargo, la respuesta que les brindaron no fue esperanzadora.
«Deben tener paciencia», dijeron los trabajadores, quienes explicaron que es necesario reemplazar la tubería que se extiende por al menos cinco cuadras y actualmente en la entidad no cuentan con los materiales que ameritan para esa obra.
Sufren
Los vecinos de los sectores tres y cuatro de Santo Domingo exponen que gozar de agua potable, también se ha convertido en un problema debido al bote de cloacas.
Explican que el plan de distribución establece los días miércoles y viernes, pero por los grifos sólo sale aire, así que deben caminar hasta la avenida principal donde salen chorritos por las tuberías y cargar tobos, pero primero deben atravesar la laguna de cloacas.
«Los miércoles llega el agua, pero sólo en la vía principal, por eso tenemos que cargar tobos para poder tener en nuestras casas», expone Nancy Escobar, vecina de la zona afectada.
Vecinos quedan sin ambulatorio
Como consecuencia del río de aguas negras que apareció en medio de la calle, el ambulatorio de la comunidad fue cerrado, pues sus trabajadores consideran que no es factible laborar en esas condiciones.
Una cadena acompañada por un candado en la reja le hace saber a la comunidad que el centro médico, que atiende hasta 100 pacientes por día, se encuentra inactivo.
Los vecinos piden una solución a la mayor brevedad posible. «Yo necesito chequearme y no he podido», dijo la señora Nancy Escobar.
Falta de bombonas los pone a sufrir a la hora de cocinar
A punta de leña y cocinas eléctricas han tenido que vivir los vecinos de Santo Domingo, quienes manifiestan que desde enero no han recibido el despacho de bombonas.
«Como en todos lados, hemos tenido que preparar las comidas con cocinas eléctricas, pero quienes no tienen se han visto obligados a recolectar leña», dijo Julio Pereira.
La falta de cilindros se ha hecho presente en cada uno de los hogares de la comunidad, y aunque la semana pasada comenzaron a recolectar el pago de las bombonas, las personas manifiestan que desconocen cuándo se las llevarán.
«Aquí estamos abandonados, rara vez se acuerdan de que también existimos», dice la señora Nancy Escobar.
Escobar comenta que la situación es crítica para las familias que sólo tienen un caracol eléctrico, y es que pasan largas horas a la espera de que sus alimentos estén listos y puedan ser ingeridos.
Pero sin duda alguna, los que más golpeados se ven en medio de la escasez del servicio son los encargados de dar la cara por el comedor infantil que lleva el nombre de la comunidad.
Desde hace dos años y cinco meses, nueve mujeres y dos hombres colaboradores han sacado adelante el proyecto que alimenta la solidaridad y tiene como prioridad el bienestar de los más pequeños.
El comedor atiende a 120 niños y funciona de lunes a viernes desde las 11:00 de la mañana hasta las 12:00 del mediodía, por lo que los colaboradores deben hacer de tripas corazón para sacar los platos que alimentarán a los niños.
«Siempre estamos cinco mujeres cocinando, nos turnamos para venir», dijo la señora Cenaida Rea.
Mientras las féminas se quedan en la cocina, los hombres del grupo deben caminar varias cuadras hasta llegar al río Turbio para recolectar la leña que utilizarán para cocinar.
Con la mano en el corazón, las familias hacen un llamado a Gas Lara y a las autoridades regionales a que se apiadan de todas la penurias que han tenido que vivir durante los últimos meses y atiendan cada uno de sus requerimientos para mejorar sus condiciones de vida.
Las madres aseguran que es necesario continuar con el comedor, pues es algo que más allá de representar una ayuda para el sector, es sagrado por el simple hecho de ofrecer a los niños el pan de cada día en medio de la grave crisis que azota a los venezolanos.