martes, 5 noviembre 2024
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En Nueva Jerusalén temen morir electrocutados por tomas ilegales

Luis F. Colmenárez | LA PRENSA DE LARA.- Para los vecinos del sector La Nueva Jerusalén, al oeste de Barquisimeto, no ha sido fácil ver transcurrir siete años sin tener siquiera un avistamiento de una buena calidad de vida con servicios óptimos y consolidados.

Son 200 familias que hoy día hacen vida en uno de los sectores más humildes de la capital del estado Lara. Trabajando con las uñas, cada uno de sus habitantes ha puesto un granito de arena para edificar las paredes que hoy día resguardan a sus seres queridos.

En medio del polvo que se levanta entre sus calles de tierra, se encuentran personas que a diario salen a laborar con el sueño de poder un día contar con cada uno de los servicios que eleven su bienestar.

Ante todas las carencias y problemas que los han aquejado a lo largo de todo este tiempo, los vecinos coinciden en que el principal calvario que enfrentan es la falta del servicio eléctrico, pues actualmente se encuentran conectados de forma ilegal a los cables que están en la avenida principal que conduce hacia Los Crepúsculos.

Y es que a lo largo y ancho de la comunidad se ve cómo los palos fungen como postes, mientras que el cableado fue improvisado con alambres que si llegan a rozarse generan chispazos que han puesto a sudar a más de uno.

«Hay veces en las que los alambres pasan todo el día echando chispas y eso da mucho miedo, porque hay niños que juegan en la calle», dice con preocupación María Isabel Riera.

La situación ya es insostenible, algunos de estos troncos han comenzado a «bailar» y en cualquier momento pueden terminar en el piso, tal y como ha ocurrido en ocasiones anteriores.

Con mucho lamento, Yulimar Ortega recuerda cómo hace año y medio tres familias perdieron todo tras la caída de uno de estos «postes».

«El palo se cayó y ocasionó un incendio que acabó con tres ranchitos, dejando a esas pobres familias en la calle y sin tener para dónde agarrar», relata mientras su mirada se pierde intentando rememorar las dolorosas imágenes que en ese entonces observó.

Pero no solamente eso, constantemente deben vivir con el miedo de perder los pocos electrodomésticos que con tanto sacrificio han ido adquiriendo.

Neveras, televisores, ventiladores y caracoles eléctricos son algunos de los artefactos que han tenido que despedir por las constantes fallas que se registran en el sector.

«Se llega a dañar alguno y quedamos mirando lejos, porque no tenemos de dónde sacar plata para comprar uno nuevo», señala Ortega.

En ocasiones han llegado a pasar hasta tres días sin el servicio, y es que la caída de las fases es un tema común en la zona. Al no tener respuestas por parte de Corpoelec, se ponen de acuerdo y cancelan 1 dólar por casa a un señor que se encarga de restituir el fluido eléctrico.

Aunque en reiteradas oportunidades han hecho la solicitud a los entes competentes para que se coloquen la mano en el corazón y los ayuden a instalar su propio servicio, todo ha quedado en simples promesas.

Hace ocho meses, Corpoelec se comprometió en dar inicio al proyecto. En esa oportunidad todas las personas que hacen vida en la zona sintieron un rayo de esperanza que se desvaneció con el pasar del tiempo al observar que no hubo ningún tipo de movimiento.

Ni siquiera por estar en temporada electoral los candidatos han hecho acto de presencia en tan vulnerable sector. Afirman que el único que han logrado ver por esos lados ha sido a Henri Falcón, quien hace poco les donó cinco transformadores de cincuenta que necesitan para poder llevar a cabo el proyecto.

«Por lo menos él sí nos ayudó, y aunque fue poquito se agradece», menciona el señor Juan Cañizales.

La comunidad agrega que durante el último año de Falcón, como gobernador de Lara, les cumplió con la instalación de agua por tuberías, siendo ese hasta ahora el único servicio que han alcanzado a ver y disfrutar.

«El agua llega los martes, jueves y sábados. Hasta ahora, el servicio es frecuente y llega cuando le corresponde», dijo Cañizales.

Asimismo, reclaman que las calles sean cubiertas con asfalto, dado que cuando llueve les toca recurrir a bolsas plásticas para envolver sus zapatos y así batallar con el barro que termina inundando todas las calles de la zona.

Adobe y láminas de zinc dan forma a humildes viviendas

La poca disponibilidad de recursos ha hecho que las familias que habitan en el sector tengan que recurrir a materiales económicos para poder levantar las casas que hoy día son su refugio.

El barro y el zinc son los que más predominan en medio de tantos hogares. En algunos casos hay enormes grietas que dejan colar la luz del sol, el frío y en algunos casos las gotas de lluvia que terminan inundando cada uno de los espacios.

«Cuando cae un aguacero siempre termina lloviendo más adentro que afuera», dice entre risas Yulimar Ortega.

La comunidad afirma sentirse abandonada ante la poca disposición de ayuda que ha mostrado el Gobierno, pues no han recibido siquiera un bloque para permitirles soñar con una vivienda digna.

Hace poco más de un año, las autoridades regionales se ofrecieron a entregar bloques de adobe a seis familias en situación de vulnerabilidad para que poco a poco dieran forma a una casa más resistente.

No obstante, las personas que estaban a la cabeza no volvieron a aparecer por la zona y dejaron las promesas en ilusiones que no llegaron a materializar.

Algunos han buscado la forma de sacar adelante la construcción de las viviendas, cubriendo con dinero de su bolsillo los diferentes materiales que faltaron.

Yulimar subraya que lo que más necesitan son láminas de zinc, arena y cemento, ya que algunas de estas casas no poseen techo.

Sostienen que en ocasiones les preocupa vivir en semejantes condiciones, pues a la hora de que los vientos tomen mayor fuerza es posible que más de un rancho termine en el piso.

Hasta el momento, no ha sido contemplado un proyecto habitacional que ofrezca casas de una vez para todos los núcleos familiares que allí viven.

Producen sus alimentos

Al tratarse de una de las zonas más humildes y vulnerables de Barquisimeto, algunos vecinos decidieron paliar la crisis a su manera y procedieron a convertir sus patios en sembradíos y corrales para animales.

La siembra de alimentos, como yuca, cambures, lechosas, caraotas, aguacate y quinchoncho ha pasado a ser algo común en gran parte de los hogares.

Asimismo, los chivos y ovejos ahora son más que una simple mascota, son una fuente de proteína que mantienen como plan B por si acaso llegan a quedar sin dinero para comprar carne o pollo.

Recalcan que el principal fin de esta actividad es tener garantizado el pan de cada día para sus hijos; no obstante, si les llega la oportunidad de comercializar sus cosechas, no lo piensan dos veces.

 

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