Luis F. Colmenárez | LA PRENSA DE LARA.- Su imponencia es tan grande como el peligro que representa. Un árbol de aproximadamente 15 metros de altura tiene con los pelos de punta a por lo menos ocho familias del barrio La Feria, ubicado al este de Barquisimeto. Integrantes del núcleo familiar temen que en cualquier momento este colapse y deje sin techo a más de uno o inclusive pueda ocasionar una tragedia.
Cada tarde la señ;ora Haydee Yépez debe pelear y explicarles a sus pequeñ;as nietas, que por ningún motivo pueden salir a jugar al patio, ante el problema de las ramas de gran peso que han caído sobre el terreno, lo que le genera temor por las dos pequeñ;as.
Como ella, se encuentran otras siete familias con un total de 12 pequeñ;os que no pueden siquiera asomarse a respirar aire fresco o recrearse.
Estar bajo este gigante natural es sinónimo de tranquilidad, bienestar y frescura, no obstante, nada se compara con la paz que le daría a las personas no sentir la amenaza latente respirándoles en el cuello.
«Ese árbol se lo regalaron a una señ;ora, para decorar la mesa pero ella lo sembró en el patio y mire el tamañ;o que tomó», explicó la señ;ora Lucinia Zambrano, quien es la persona que hoy día habita esa vivienda y tiene en su patio el frondoso recurso natural.
De las 325 familias que hacen vida en el sector que cuenta con más de 80 añ;os, ocho están al alcance del árbol. Pero bajo la tierra, las raíces siguen expandiéndose, llegando a un mayor número de casas que incluso han comenzado a sufrir colapsos de cloacas.
«Hace un añ;o estaba comiendo y sobre la mesa cayó una rama gigante que me rompió el techo, de broma no me cayó encima», recuerda la señ;ora Patricia Acosta.
Las personas relatan que cuando el clima se torna lluvioso terminan temblando y no precisamente por frío, sino por miedo. Las ramas se mecen de lado a lado y mantiene a los residentes con el Jesús en la boca.
Desde hace por lo menos 20 añ;os comenzaron los primeros acercamientos con los entes competentes para que el árbol sea talado y dar así finalmente descanso a las familias afectadas. Todo comenzó cuando las raíces hicieron colapsar una pared de 80 metros que dividía dos de las viviendas.
«Para acá han venido los bomberos, y tod láminas de zinc y adobe, las cuales ya están en proceso de deterioro.
Un caso particular es el de la señ;ora Emilia Zambrano, quien a sus 89 añ;os ha visto como la casa que con mucho esfuerzo levantó su difunto esposo, ha comenzado a caerse a pedazos y no ha recibido ni un solo bolívar para poder recuperarla.
Los remiendos se ven en cada rincón pero esta abuela se niega a mudarse con sus hijos, pues no está dispuesta a abandonar el hogar en el cual vio crecer a cada uno de los integrantes de su familia.
Otro problema latente es la falta de asfalto, sin culminar, varias calles siguen siendo de tierra, situación que termina engorrosa cuando llueve, porque los obliga a salir a zapatear sobre el barro. Piden a las autoridades que se apiaden de su situación.
Vecinos exigen un embaulamiento
La comunidad de La Feria es atravesada por una quebrada que desde hace varios añ;os no es atendida. Las personas explican que se encuentra rodeada de abundante maleza apta para la guarida de animales y de jóvenes ociosos que llevan a cabo acciones nada sanas.
«Para poder vivir aquí es necesario tener una lancha», dice entre risas la señ;ora Josefina Pérez.
El agua que corre por el caudal es de una naciente, motivo por el que los alrededores son sumamente fértiles y dan paso al nacimiento de plantas que con el transcurrir del tiempo se adueñ;an del terreno.
«Es terrible, porque hay chamos que utilizan la quebrada para esconderse y aprender a fumar droga», dice una vecina que prefirió no decir su nombre para evitar acciones en su contra.
Cuando llueve, la quebrada tiene crecidas que amenazan con comerse la tierra y alcanzar las 50 viviendas que fueron construidas a sus orillas.
Los vecinos consideran que para terminar con el problema, el Gobierno debe evaluar la posibilidad de embaular la quebrada, y así brindar mayor seguridad a todos los que hacen vida en la peligrosa zona.
De igual manera, consideran prudente construir un puente para no correr riesgos cuando el afluente incrementa su caudal, y así poder cruzar de un lado al otro con seguridad.
«Vivo del otro lado de la quebrada. Hoy mis hijas ya están grandes, recuerdo que hace unos añ;os atrás me tocaba montármelas en la espalda para poder atravesar, y era toda una tarea titánica», relata la señ;ora Martina Zambrano.
A la hora de salir, las personas deben recurrir a las chancletas y caminar hasta la vía principal para no ensuciarse los zapatos y llegar presentables a su destino.
Hacen un llamado a las autoridades para que escuchen sus suplicas.
El agua no termina de llegar
En el añ;o 2013, Hidrolara instaló nuevas tuberías para que el