viernes, 22 noviembre 2024
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Extrabases de Alfonso Saer 25012023

LA PRENSA DE LARA.- Cardenales de Lara tuvo una campaña extraña, llena de vicisitudes. Si bien todos los equipos sufrieron deserciones y lesiones, la banda guara fue azotada por un vendaval de hechos negativos que terminaron mermando su opción de entrar a la deseada gran final.

Fue un round robin de dos caras, con un saldo de 3-8 en once partidos y 5-0 en la recta culminante. Dos actitudes, dos desempeños. Un club incapaz de hacer las cosas enteramente bien en los primeros choques, y otro arrollador, sobreponiéndose a lesiones, ausencias, permisos negados, problemas personales. Una versión muy criticada entre los aficionados por su pírrico desempeño, y otra alabada por su entrega, profesionalismo, encarada contra la rendición, como tratando de evitar a ultranza la derrota que solo llegó el último día por la acción indirecta del triunfo guaireño ante los Tigres.

DETRÁS quedaron reveses en extrainning, impotencia para empujar carreras claves, malos fundamentos defensivos, aperturas frágiles y relevos deficientes. De pronto un suplente como Luis Lugo se mandó par de juegazos, Javier Sanoja se creció en su rol de figura ascendente y hasta Manuel Meléndez se puso la braga de obrero rendidor, mientras Odúbel Herrera espantaba fantasmas con lesión en una pierna y Hernán Pérez se erigía con Pedro Castellanos en ficha estelar de la producción.

Se sacó una casta escondida aunque ya no estaban Jermaine Palacios, Máximo Castillo, Gorkis Hernández, Ildemaro Vargas, Luis Contreras, Keyvius Sampson, el impredecible César Hernández y hasta Jecksson Flores en los últimos compromisos. Aun así se triunfó en cinco careos, cuatro de ellos con pizarra contundente y con cierre magistral de Luis Lugo, camino de un blanqueo ante Magallanes. En la banca quedaba poco. Eso sí mucho pundonor, de sobra como quedó patentizado.

Fue un torneo aleccionador. La gerencia armó una escuadra estelar pero al final entendió que esas piezas rimbombantes son muchas veces flor de un día.

Al principio parecían sobrar nombres, al cabo no había reservas. No todos los jugadores — por la causa que sea — pueden estar hasta enero. Hubo una temporada terrible para un pelotero de estirpe como Rangel Ravelo, algo que nadie podía tener en los cálculos. Kennys Vargas rindió a medias al principio y se fue porque urgía traer pitchers, uno de ellos, Cristofer Ogando, sin eficacia alguna.

Volvió Vargas en la hora crítica y dio unos cuantos batazos claves. Quizás hizo falta otro toletero tomado en el draft, aunque el cuerpo monticular estaba fallo. En el Caribe, al parecer, no había un buen paleador y hasta hubo que arreglárselas con Yoanner Negrín, veterano que parece estar en sus últimos días.

Pero con todo y lo acotado — que falta mucho más — los tropiezos al comienzo del todos contra todos ocurrieron por la falta de remolque oportuno y buen pitcheo, aparte del atinado refuerzo de Mario Sánchez. En el resumen colectivo, Lara fue el club que más anotó (105), pero en algunos encuentros falló lo que en otros sobraba.

En verdad hubo dos equipos, uno que no engranaba, no había cohesión en su pitcheo y remolque en la ofensiva, y otro que lo hizo todo bien, aún mermado por la ausencia de varios titulares. Por segundo año seguido faltó una victoria para estar en la serie culminante. Y no dejemos de lado el factor suerte, insoslayable a la hora de cualquier balance.

QUEDA pendiente darle más oportunidad a la hornada que viene despuntando. Siempre falta y nunca sobran las unidades en cualquier tropa beisbolera. Robustecer el pitcheo — nada fácil la encomienda — es rigurosamente necesario porque hay brazos valiosos, reputados, que no tienen el mismo rendimiento que hizo llegar a Lara hasta cinco fases decisivas en fila. De ñapa, Raúl Rivero no pudo ayudar cuando bien lanzaba y varios tiradores criollos se marcharon por restricciones, agotamiento o alguno de esos argumentos que nunca faltan en diciembre o enero.

QUIENES vienen leyendo la nota se inquietarán por la nula referencia al grupo de técnicos que por dos temporadas consecutivas ha liderado Carlos Mendoza, a quien el viento no le ha soplado en su espalda. Preferimos hablar de eso luego, aunque adelantamos que quizás el mismo estratega nativo de estas tierras prefiera dejar un timón al cual le ha dado prestigio y solvencia.

Generalmente los managers pagan los platos rotos, aunque no sean culpables de la ejecución que a veces no logran sus dirigidos. Así ha sido, es y será siempre…lo importante es que Cardenales nos dejó satisfechos con su aporte a la lealtad, la responsabilidad y el profesionalismo. Nada que reprochar porque el bajo rendimiento eventual forma parte de los imponderables.

A recargar energías y volver en octubre con las mismas esperanzas y sueños que cada año nos hacen sentir que tenemos una escuadra de mucho octanaje.

@alfonsosaer

 

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