LA PRENSA DE LARA.- LA PRENSA CUANDO los jonrones no salen, el béisbol chiquito es menester. Los Yankees no están haciendo carreras como en la primera mitad de la zafra, tienen lesionadas, entre otras, dos figuras del barquillo — Giancarlo Stanton y Matt Carpenter — y han visto decrecer su agigantada ventaja en el este de la Americana, aunque la distancia es aún muy amplia. Acostumbrados a los palazos de Aaron Judge y compañ;ía, los del Bronx han visto obstruida la ruta de los triunfos y perdieron hasta el lunes diez de doce. Entonces, el sábado por la noche paladeamos un final exitoso de los neoyorquinos ante Boston con un toque de bola de Kiner-Falefa, empujando la de ganar desde tercera. No recordamos desde cuando los Mulos no dominaban una pizarra con un ardid de esos, de los que muy poco se están detectando en Grandes Ligas. En esta era de los cuadrangulares — aparentemente los que pueden resolverlo todo en el ataque — un toque de bola es algo perdido en los tiempos. El sacrificio es un recurso que muchos han desechado casi por completo, y más aún el llamado «squezze play». Por eso nos sentimos reconciliados en el cierre de ese juego con la pelota de viveza, de habilidad, la misma que antes observábamos como algo natural y que hoy en día aparece como una rareza. Los bateadores recursivos le están dando paso a los hercúleos habitantes de la era jonronera. Y de eso hace mucho rato.
EL dinero genera muchos peligros y la fama mal administrada es uno de ellos. Muchachos que saltan de una vida modesta a la cumbre del éxito y luego se van por el despeñ;adero empujados por los malentendidos que tiene el mundo de los éxitos. Hasta se atreven a tratar de burlar códigos y sistemas que controlan el uso de sustancias prohibidas. La historia reciente tiene protagonistas negativos como los Bonds, McGwire, Sosa, Rodríguez, Clemens, Palmeiro, Ramírez, Canó y no pocos agregados que han caído en el barranco por querer hacer más de lo que su propio cuerpo es capaz, que en el caso de todos los citados fue bastante… EL afán de ir por más, agotados todos los recursos naturales de cada humanidad, se convierte en una obsesión, haciendo que tales atletas caigan en un submundo que los absorbe y los aturde. Lo ilegal es aceptado, Lo incorrecto no importa. Ya tienen contratos fabulosos para que los disfruten varias generaciones, pero la avaricia rompe el saco. Por eso la lista de jugadores citada arriba no pertenece al recuento sincero de este deporte. A las mayorías, por ejemplo, les importan poco los 73 cuadrangulares de Barry Bonds en una campañ;a y los 762 de por vida. Preferimos los 61 de Maris y los 755 de Aaron. Ojalá que Fernando Tatis Jr. fuera el último estelar en optar por más conexiones poderosas con ayuda no permitida.
QUEDAN nueve. Sí, esa es la cantidad de jugadores que — hasta el lunes — batea sobre .300 en la Americana, y solo uno, Luis Arráez (.332), conecta sobre .315, lo que enaltece su desempeñ;o y resalta la calidad de quien es llamado cariñ;osamente «la regadera». El sorpresivo Andrés Giménez anda segundo con .312 en una campañ;a que despierta admiración. El uno-dos criollo, grato y alentador. Todavía menos concursantes tiene la Nacional, un total de siete sobre la más que nun
