Cómo construir fútbol desde la marginalidad
Siempre es más sencillo destruir que crear. Casi en cualquier aspecto de la vida y por supuesto, también en el fútbol. La sentencia no pretende en lo más mínimo menoscabar el trabajo defensivo dentro de un equipo pero sí poner las cosas en su debido sitio, porque existe cierta tendencia a igualar los méritos de aquellos que apuestan por proteger su guarida de 7,32 por 2,44 metros y quienes pugnan por conquistarla. Y no es así.
Las acciones y recursos de juego dirigidos hacia lo defensivo son múltiples y están al alcance de la mano. No se trata sólo de acumular gente en los alrededores del área sino de trabajar con orden, buena ubicación, esfuerzo y mucha concentración durante la mayor cantidad de tiempo posible. Por eso, hay equipos más eficientes que otros en este aspecto y la eficacia es siempre bienvenida.
Pero su labor, por más exitosa que resulte, agrupa un número y variedad de consignas más simples de ejecutar que aquellas que les caben a los creativos. Básicamente, porque en el medio está la pelota, y mientras unos pugnan por depositarla en el limitado espacio de un arco, los otros cuentan con toda la superficie de la cancha para cumplir su misión de quitarla o despejarla.