martes, 5 noviembre 2024
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Guillermo Bervíns es un milagro: La historia del médico ejemplo de superación y resiliencia

Ana Uzcátegui | LA PRENSA DE LARA.- Dios escribe sobre líneas torcidas y el médico larense, Guillermo Bervíns es un ejemplo de esa frase. De una tragedia que lo dejó atado a una silla de ruedas tras un atraco, saca fuerzas para seguir contando su historia y dejar claro que nada es imposible ante los ojos de Dios.& ;

Eran las 11:00 de la noche del domingo 28 de diciembre de 2008. Bervíns tenía tres impactos de bala que lo estaban desangrando. Ya había sido auxiliado en el Ambulatorio del Sur en Barquisimeto, pero por su gravedad fue trasladado a un colapsado Hospital Central Antonio María Pineda, donde no había un respirador artificial para mantenerlo con vida luego de una intubación. Con ayuda de sus compañeros de estudio de medicina en la UCLA, a esa hora fue trasladado a la Clínica Razetti, ubicada en la carrera 21 con calle 27.& ;

Al revivir ese momento, su tono de voz disminuye y recuerda ese agradecimiento infinito a la vida, esa que ponía a seres queridos como ángeles. «En la clínica me recibieron varias personas, entre ellos Bartolomé Finizola, un compañero de clases que me dijo: Guillermo ya estás en la Razetti. Y de allí no recuerdo más porque me sedaron«, expresó. Su padre, Rómulo Bervíns, estuvo a su lado en todo momento y fue quien recibió los peores pronósticos sobre el estado de salud de su hijo mayor.& ;

«Fueron momentos muy aciagos, de mucha incertidumbre. En los tres sitios donde fuimos nos dijeron que Guillermo no iba a salvarse, y al llegar a la Razetti lo atendió una doctora que me llamó al consultorio y después de revisarlo me dijo: Señor, su hijo tiene pocas posibilidades, vaya haciendo los trámites porque consideramos que no va a sobrevivir«. Esa noticia fue una daga directa al corazón para Rómulo, se quebró a llorar por unos minutos, pero a la vez tenía que sacar fuerzas para informarle al resto de la familia, a su esposa Jeanette y a sus otras tres hijas: Jeandely, Yahirí y Yanireth.& ;

«¿Cómo le digo yo esto a mi esposa?», fue una de las primeras cosas que pensó Rómulo en medio de la tragedia que vivía, y allí fue cuando comenzó a hablar con Dios, buscando las respuestas que tanto necesitaba. «Yo desde siempre he tenido una manera particular para comunicarme con Dios. Lo trato como si fuera un amigo, porque así lo considero. Yo le dije: Mira pana, yo no le voy a decir esto a mi esposa, no se lo puedo decir…Nosotros vamos a hacer nuestra parte, vamos a dar la mejor pelea para que nuestro hijo sobreviva. ¡Ayúdanos por favor!, ¡Ayúdanos!, haz tu parte…Y así lo hizo«, comenta conmovido el señor Bervíns, con mirada nostálgica al recordar esos instantes de angustia.& ;

Guillermo fue atendido por el doctor Jorge Vielma, neurocirujano, quien lo operó. La cirugía consistió en cambiarle la vértebra torácica C5, le hicieron una traqueotomía y permaneció conectado a un respirador en terapia intensiva. Fueron siete horas de espera. Las oraciones de la familia iban a lo alto para iluminar las manos de los especialistas y recuperar los bríos de Guillermo. Era caminar de un lado a otro y sólo buscar la seguridad de un milagro de vida.

«Desafortunadamente, los médicos tienen que dar la información real y el único que recibía esa información era yo, que no la compartía con mi familia. No le decía ni a mi esposa ni a mis hijas, porque no tenía sentido darles toda esa información mala, negativa. Yo les decía que Guillermo iba a mejorar. Ellos creen que va a mejorar, hay que tener paciencia», exclamó Rómulo, secándose las lágrimas mientras conversa en la sala de su casa donde está la imagen de la Virgen del Rosario de Chiquinquirá y de la Milagrosa, muestra de ser una familia de fe. Para Rómulo no es fácil contar esos momentos fatídicos de la vida de su hijo. Al entrevistarlo, se percibe que lleva 14 años sin remover el pasado y le cuesta hablar.& ;

Vencer a la muerte

Guillermo permaneció en terapia intensiva por 15 días, pero el 31 de diciembre murió por 20 segundos. El equipo médico de la Razetti lo logró revivir. El 2 de enero, día del cumpleaños de su hermana menor, volvió a perder sus signos vitales por un tiempo similar, pero los galenos pudieron sacarlo de ese estado. Era la confirmación de que los milagros existen y que Bervíns aún tenía mucho por hacer en este mundo. Las oraciones, su fe y la de su familia empezaban a dar resultados.

& ;»Tuvimos la fortuna de que estuviese en un centro médico extraordinario. Estaremos eternamente agradecidos con todo el personal médico, enfermería, que atendieron a mi hijo en la Unidad de Cuidados Intensivos de la Razetti, se portaron muy bien«, narró Rómulo. Su diagnóstico era claro: tenía cuadriplejia con espasticidad moderada, lo que significa que iba a mantener una rigidez severa en brazos y piernas, con cuello blando y débil, no iba a poder caminar e iba a tener dificultad para hablar. Una realidad difícil de digerir por la complejidad de ese nuevo estilo de vida. Les tocó llenarse de un valor que no tenían para ayudar a levantar a Guillermo.

«Se dice fácil que Guillermo murió par de veces, pero fue una lucha no sólo de un día, no sólo fue la operación, fueron muchos momentos en los cuales pensamos que no iba a sobrevivir. No fue nada fácil», exclama su padre con voz entrecortada ante esta difícil prueba que les tocó superar en familia. Era el renacer del primogénito y con mayores exigencias.

A partir de allí, el pronóstico del joven estudiante de medicina comenzó a mejorar. Para una familia en esa situación no hay noción del tiempo. La vida de los Bervíns consistió en ir superando etapas, siempre teniendo presente el dolor y la incertidumbre. «Esa necesidad de actuar es lo que hace que uno sobreviva también, sobreviva al dolor porque hay que hacer muchas cosas y las únicas expectativas que teníamos era que Guillermo sobreviviera el día, que sobreviviera al día siguiente, sin preocuparnos por el futuro, viviendo el presente. Por eso todo ha sido una cadena de milagros», relató Rómulo.& ;

Guillermo sostiene que los médicos nunca le dijeron directamente el diagnóstico, pero él sabía que era una lesión medular, su padre se lo había confirmado. «Mi papá lo que me decía era que los médicos pensaban que me iba a recuperar, que era cuestión de tiempo. Entonces yo en retrospectiva me doy cuenta que eso realmente no fue lo que le dijeron los médicos, pero fue lo que me dijo mi padre y eso me ayudó a seguir luchando, a seguir intentándolo», confiesa.& ;

Volcados a ayudar

Luego de 15 días en terapia intensiva, el joven Bervíns fue trasladado a terapia intermedia. Pero desde el primer día de su ingreso recibió la ayuda de toda la comunidad universitaria de la UCLA para ayudarlo a costear gastos de hospitalización, tratamiento y terapia, para hacer cadenas de oración por toda Venezuela y fuera del país también, e incluso llegaron a hablar con el gobernador del estado para solicitarle ayuda.& ;

«Al día siguiente del accidente estaba toda la comunidad universitaria en la clínica. Amigos de Guillermo, estudiantes que no lo conocían personalmente, pero que tenían una referencia y admiración por él, ya que siempre fue uno de los estudiantes más destacados de la UCLA, había ayudado a muchísima gente con sus clases en los primeros semestres de la carrera, por eso la clínica siempre estuvo llena de gente, incluso de profesores que le tenían mucha estima y lo iban a visitar«, conto Andrés Arteta, médico internista y neumonólogo, quien es uno de los amigos más cercanos de Bervíns. Los estudiantes organizaron vendimias, hicieron recolectas en la calle para pedir dinero, el Decanato de Ciencias de la Salud pudo destinar unos fondos para su recuperación.

«El apoyo de mi familia fue fundamental, muy importante. El apoyo de mi papá, de mi mamá, de mis hermanas, de todos los compañeros de universidad que hicieron tanto por mí, de verdad siempre estaré profundamente agradecido», dice Guillermo sonriendo al recordar las muestras de amor que recibió en ese momento. Fue todo un movimiento de almas nobles, quienes transmitieron tantas energías y apoyo para una pronto sanación.

Al transcurrir un mes de su hospitalización, Bervíns pudo ser llevado a su casa y ahí fue dándose cuenta de su realidad. Sus padres comenzaron a ser sus manos y pies. Tuvieron que acondicionar la casa, adaptar puertas para poder trasladarlo. Se instaló una unidad de cuidados intermedios en su hogar. «Teníamos todo el equipamiento necesario para atenderlo. Tuvimos que aprender a realizar algunos procedimientos médicos, los especialistas nos dieron entrenamiento para aprender a movilizarlo, eso fue todo un proceso muy largo. Guillermo tenía un traqueostomo, que es un aparato con una sonda que se le introducía hasta los bronquios para extraerle fluidos porque él no tenía la fuerza para hacerlo. Entonces quitarle ese traqueostomo y que no se le cerrara el huequito donde se colocaba fue un proceso extraordinario», narró Rómulo.& ;

Su familia se consagró en ayudarlo y a hacerle la vida más llevadera. Aprendieron a sentarlo, la primera vez que lo llevaron a una cita médica fue en una camilla, lo retornaron en una ambulancia porque requería estar todo el tiempo conectado a una bombona de oxígeno. Fueron tantos cambios bruscos que lo más importante era la tolerancia y paciencia de adaptación de Guillermo.

«Una transformación de su vida totalmente, por ejemplo, ir a una bodega a comprar cualquier cosa, eso uno no lo piensa, sino que va un momentico, si Guillermo quiere ir es un protocolo para llevarlo. Posteriormente, tuvimos la oportunidad de adquirir un vehículo, primero un carro pequeño y adaptarlo para trasladarlo, años después pudimos comprar una vans y hacer las adaptaciones como colocarle una rampa de acuerdo a las necesidades que iba requiriendo Guillermo», mencionó su padre.& ;

Todos los días se fueron colocando metas, intentando y cuando se alcanzaban lo celebraban como familia y se fijaban otro reto, enfocados en que siguiera mejorando.& ;

«Los compañeros de la carrera de medicina de la UCLA siempre comentamos que si había una persona que era capaz de darle la vuelta a una situación tan complicada como perder la movilidad corporal, era Guillermo. No teníamos ninguna duda, él siempre vio la vida de una manera muy positiva y no se iba a dejar vencer por su condición», narró el doctor Andrés Arteta.& ;

Y así lo hizo, a partir de allí fueron dos años en rehabilitación los que tuvo Guillermo, al principio sólo podía mover la cabeza, con mucha terapia, mucho esfuerzo y dolor pudo recuperar la movilidad en sus brazos hasta los codos, y la idea de seguir estudiando comenzó a ser una llama de esperanza en su corazón. Era un proceso de adaptación que trascendía más allá de la comodidad del hogar. Tenía que prepararse para la nueva etapa de hacer una vida normal en las condiciones en que se encontraba.& ;

Su carrera universitaria era su próximo objetivo. Sabía que tenía que superar limitaciones físicas y demostrar que su vida continuaba. Sus altibajos sólo fortalecieron su espíritu de lucha de hombre decidido a servir a la medicina..

Un larense que no se rinde – 2/5

 

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