AFP | LA PRENSA DE LARA.- Con un enjambre de mosquitos flotando a su alrededor, Amir Husain -de pie sobre el techo de su casa en el sur de Pakistán- mira las aguas fétidas que, hasta donde alcanza la vista, cubren los alrededores.
Casi cuatro meses después del comienzo de las lluvias monzónicas que provocaron las peores inundaciones de la historia del país, el agua estancada se convirtió en una cloaca pestilente donde proliferan paludismo, cólera y dengue.
La ONU advirtió contra una «segunda ola» de muertes por enfermedades transmitidas por el agua y la malnutrición.
Casi 1.700 personas murieron desde junio en las inundaciones, cifra que no incluye a las víctimas de enfermedades.
Cuando el crepúsculo cae sobre la aldea de Aamir Hussain, situada en el distrito de Dadu, en la provincia de Sind, aparecen los insectos, amenazando a su esposa y a sus dos hijos.
«Los mosquitos pican y nos enfermamos», explica el joven de 25 añ;os en el techo de su cabañ;a de ladrillo, donde su familia se refugia por la noche para pasar la noche.
Más abajo, su pequeñ;o patio interior está completamente sumergido bajo un fango putrefacto.
Su hermano, con el que comparte el lugar, ya se arriesgó a salir de la casa para llevar a sus hijos enfermos al hospital.
«Algunos de nuestros mosquiteros tienen agujeros, así que estamos preocupados», explica Husain, cuyo recién nacido enfermó.
La provincia de Sindh fue la más afectada por las inundaciones, que las autoridades pakistaníes atribuyen en parte al cambio climático.
Un tercio del país quedó sumergido, ocho millones de personas desplazadas, dos millones de viviendas destruidas o dañ;adas y 1.500 hospitales y clínicas devastadas.
Los dañ;os se estiman en 28.000 millones de dólares.
– Recrudecimiento del paludismo –
Para los hijos de Zahida Mallah, ya es demasiado tarde.
En un sombrío campamento cerca de la ciudad de Hyderabad, al sur de Dadu, esta mujer de 35 añ;os está de luto. Uno de sus gemelos -de dos meses de edad- murió aquí el día que los periodistas de la AFP visitaron el campamento.
El otro había muerto dos semanas antes. Sucumbieron a «resfriados», después de haber tenido que pasar las noches fuera, dice.