domingo, 24 noviembre 2024
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Brote de aguas negras enferma a dos comunidades de la zona norte

Luis F. Colmenárez | LA PRENSA DE LARA.- Un olor nauseabundo que viene acompañado de contaminación, agua sucia y enfermedades, ha pasado a ser toda una condena para cinco sectores distribuidos entre las comunidades de Alto de Jalisco (parte baja, media y alta) y Las Veritas (parte baja y alta), al norte de Barquisimeto.

El pequeño colapso de aguas negras que empezó desde hace al menos un año, se convirtió en una bomba de tiempo que con el pasar de los meses se apoderó de al menos 12 cuadras, hasta el punto de destrozar por completo una de las calles principales que conecta a ambas comunidades.

Vecinos cuentan que todo comenzó frente a la escuela de Las Veritas. La fractura de una tubería de aguas servidas que en un principio no parecía nada del otro mundo, desencadenó un verdadero caos que puso a sufrir a más de 1.500 familias.

La indolencia de los entes competentes y la falta de respuestas, ocasionó que el problema hiciera un «efecto domino» que se extendió hasta llevarse consigo la tranquilidad de los habitantes que además de lidiar con la fetidez emanada por el caudal que lleva consigo cientos de gusanos, las personas viven sujetas a la proliferación de moscas y zancudos que han disparado casos de enfermedades como leishmaniasis, dengue, hepatitis, amebiasis y diarreas crónicas, las cuales han sido una condena para el bolsillo y la tranquilidad de varias familias.

«Hay un niño que hace algunos días se resbaló y cayó sobre esa agua piche. Tardó un mes enfermo, eso era una enfermedad tras otra», cuenta con preocupación Daimarys Martínez, una de las vecinas quien ya perdió la cuenta de los casos registrados en ambos sectores.

Además del niño, han habido personas mayores y motorizados que han terminado «patinando» dentro de el agua fétida, colocando en riesgo su salud.

Con lamento dice que en medio de tan crítica situación, los pequeños de casa se han visto duramente golpeados, pues han perdido sus espacios para recrearse.

Las calles que albergaban risas y correteos por juegos como fútbol, voleibol y quiquimbol, ahora lucen desoladas y piden a gritos la atención de algún ente que les permita regresar a la que por muchos años fue su normalidad.

«Por aquí nunca se ha visto ninguno de los gobernantes que hemos elegido, ni del chavismo ni de la oposición. Para ellos esto es un punto que prácticamente no existe, se olvidaron de nosotros», dice con tristeza la señora Irene Ramos, quien funge como dirigente vecinal.

Algo tan simple como almorzar en completa tranquilidad o sentarse frente a sus hogares a ver a las personas pasar, no es una opción para los vecinos, y les ha tocado confinarse dentro de sus hogares intentado olvidar el mal olor que soportan desde hace 1 año.

«Es horrible a la hora de comer, el hedor no se soporta al mediodía, pues la intensidad del sol lo alborota y se nos quita el apetito», manifiesta Dolimar Martínez.

El repulsivo olor se mezcla con la creolina que muchas personas han comenzado a verter en sus hogares para disfrazar «el tufo». Vecinos cuentan que incluso han dejado de recibir visitas para evitar la vergüenza de exponerlos a semejante aroma.

Los enormes cráteres que dividen en dos la vía, ha hecho que los vehículos ya no puedan circular por la zona, lo que implica la desaparición de transporte público, aseo urbano y patrullajes que eleven la seguridad de las personas.

En tal sentido, describen que además de la problemática de aguas servidas, la ruptura de tuberías de aguas blancas también les ha generado más de un dolor de cabeza.

Si bien, Hidrolara se ha avocado a reparar algunas de estas averías, aún quedan muchas deben ser atendidas.

Sobre el pavimento se mezclan ambas aguas, las cuales ya sirven como fertilizante para la maleza que se ha apoderado del terreno.

Mientras tanto, el vital líquido carcome la tierra como si de un cáncer se tratara. Ha devorado centímetro por centímetro hasta llegar a ocasionar enormes grietas que amenazan con derrumbar más de una vivienda.

«Cuando hay mucha presión, el agua se escucha debajo de las casas, en cualquier momento se vienen abajo» relata con temor Yelixsa Soto.

Gustavo Mendoza, es uno de los afectados, entre lágrimas relata que durante muchos años trabajó duro para construir con el sudor de su frente el lugar donde pasaría su vejez en completa tranquilidad. Sin embargo, lejos de estar en paz, vive con el corazón en la boca ante el peligro latente que lo amenaza con dejarlo sin un techo donde vivir.

A través de sus paredes se puede ver a la calle, y es que las grietas son tan grandes que ya han despertado la preocupación del resto de la comunidad.

Mendoza sostiene que ningún cuerpo de seguridad lo ha visitado para evaluar la crítica situación en la que se encuentra. Pese a que han puesto la denuncia ante la Hidrológica, funcionarios solo les han dicho que mientras el agua no brote como fuente, no pueden hacer nada.

Malandros no dan tregua a vecinos

«Cuando el sol se oculta todos nos encerramos». Vecinos de La Victoria, Altos de Jalisco y Las Veritas al norte de Barquisimeto aseguran que debido a la falta de funcionarios policiales, la delincuencia ha hecho de las suyas y los mantiene en zozobra.

Detallan que además del daño de la vialidad que obstaculiza el recorrido de patrullas policiales, los sectores han quedado en completa penumbra, pues el alumbrado público hace mucho que dejó de funcionar.

«Henri Falcón nos regaló seis luminarias hace poco, pero aún así necesitamos muchas más para que toda la zona quede clarita y podamos sentirnos seguros», detalla la señora Yelixsa Soto.

Cuenta que los hampones se aprovechan de la oscuridad para quitarle a las personas lo poco que con mucho sacrificio han logrado obtener.

«Con el tema de la vialidad la policía tiene la excusa perfecta para no venir y no ayudarnos a combatir este terrible problema», dice Yelixsa.

Como una manera de solucionar temporalmente su problema, los vecinos unieron recursos y esfuerzos para comprar bombillos y crear una especie de alumbrado que les permitiera sentirse aunque sea un poco más seguros.

Las personas detallan que a pesar de sentirse cansados de tener que combatir solos al hampa, no han acudido ante las autoridades por considerar que nunca harán nada por ayudarlos.

«Para qué vamos a denunciar si nunca van a hacer nada, no hay un ente que nos tienda la mano. Si vamos, lo único que haremos es perder el tiempo», relató con resignación el señor Luis Álvarez.

 

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