Euseglimar González | LA PRENSA DE LARA.- Hablar de la Morguecita del Cementerio Municipal es hablar de desidia e indolencia. Los muertos no se quejan, pero sí lo hacen los familiares porque sufren por partida doble, primero el duelo por la muerte de un ser querido y segundo por la condición en la que dejan los cuerpos tirados entre escombros y basura.
Hace 20 años, sepultureros construyeron una estructura de cemento y rejas dentro del Cementerio Municipal de Barquisimeto, espacio que funcionaría temporalmente como la «Morguecita», sitio donde depositan los cuerpos de personas que son halladas con signos de violencia, pero en estado de descomposición. Sólo sería temporal hasta que el Cicpc o el Servicio Nacional de Medicina y Ciencias Forenses (?;Senamecf) tuvieran su morgue óptima para recibir esos cadáveres, pero esto sólo se quedó en proyectos.
En 2016 esa estructura fue demolida por ser altamente contaminante al recibir cadáveres en alto grado de descomposición. Pocos meses después habilitaron un galpón, donde el 90 % de los cuerpos que ingresan son ejecutados en zonas boscosas y son hallados días después por familiares o transeúntes. El otro 10 % es de fallecidos por infartos o suicidios que viven solos y que se descomponen al no ser descubiertos de inmediato.
«El dolor es más grande al recordar cómo mi muchacho estuvo allí, full de moscas y los perros se lo estaban comiendo. Ese recuerdo no se me borra», contó Yuliana Terán, madre de un joven asesinado hace más de 10 años.
El reto para los técnicos forenses y patólogos es trabajar en un sitio sin luz, sin una mesa para practicar las autopsias y expuestos a contagiarse por una bacteria.
Es por esto que en mucho de los casos deciden sacar los cuerpos del galpón y con la luz solar realizar la necropsia, la mayoría se hacen en el piso y abierta a todo el «público», pues el galpón no tiene ventilación.