martes, 5 noviembre 2024
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Discapacitados y pensionados rozan la miseria

López / Jordán | LA PRENSA DE LARA.- Los años dorados de los abuelos se han tornado grises. Atrás quedó la bonificación al esfuerzo y la dedicación a años de trabajo que otorga el gobierno a través de pensiones y jubilaciones, cuyo monto está fijado en 1 millón 200 mil bolívares, por lo que en medio de la crisis les toca salir a la calle para trabajar o pedir colaboraciones en aras de poder cubrir sus necesidades básicas, o con suerte poder comprar algunos alimentos.

Bajo el sol inclemente, muchos de ellos con alguna discapacidad, se ven a los ancianos trabajando en el comercio informal, ofrecen chucherías, cigarrillos, agua envasada y hasta tapabocas de confección casera. Otros aún más delicados en muletas o sillas de ruedas, piden dinero para sobrevivir. Y aunque la piedad de los ciudadanos prevalezca, lo que consiguen no les alcanza para cubrir gastos médicos ni tratamientos. Con suerte pueden llevar a casa un kilo de harina y medio de granos.

Luis Salguero es un septuagenario que sufre las consecuencias de la fractura de su pierna tras ser atropellado por una moto. Se protege del sol con una camisa manga larga a medio abotonar y una gorra desteñida. A veces siente que sus chancletas desgastadas casi se derriten en sus jornadas diarias entre las avenidas Bracamonte con Venezuela. Allí está atento al cambio de luz roja del semáforo y esos segundos se desplaza hacia varios vehículos, algunos conductores que ni bajan el vidrio de las ventanas, pero él extiende su mano, con toda la esperanza de poder garantizar dinero en efectivo que le permita comprar comida.

«Me ha tocado meter la mano en la basura para buscar comida», susurra de esos momentos apremiantes cuando el hambre es incontrolable. Luego del accidente no pudo seguir trabajando en una fábrica de calzados donde prestaba servicio, y no quiere ser un peso más para sus hijos, quienes viven en la Ruezga Sur, por lo que pasa sus noches durmiendo frente a la Flor de Venezuela.

La Asociación de Pacientes con Discapacidad de Lara registraba en el 2017 un total de 200 trabajadores activos en empresas privadas y públicas, en respeto al artículo 29 de la Ley de las Personas con Discapacidad, ahora arrastrados por los embates de la pandemia y las limitaciones económicas, quedan sólo 50.

Ángel Zambrano, desde la Asociación, confirma el registro de 129 mil entre niños y adultos, pero han sido más vulnerables aquellos en edad productiva y los adultos mayores con enfermedades crónicas. «La pandemia terminó de complicar, cada vez siendo menos, quienes siguen trabajando». Lamenta que se les termina de complicar la situación al ser pacientes discapacitados, cuando muy bien pueden mantenerse como asistentes administrativos o cualquier otro oficio que les permita sus condiciones motoras.

El pago por concepto de pensión o jubilación solo alcanza para medio kilo de azúcar en Bs. 650.000 y un kilo de sal en Bs. 420.000. Comprar una harina o un kilo de caraotas es imposible, pues el primer rubro cuesta 2 millones 100 mil, mientras que el segundo 4 millones de bolívares.

Henry Véliz, representa una clara historia de esos pensionados que salen día a día a la calle. Con 65 años el hombre saca una fuerza y unas ganas de trabajar que resultan contagiosas. Se pone su chaleco y se va desde temprano al centro, donde funge como cuidador de carros. Cuenta que hay días que hace hasta Bs. 2 millones y a pesar que tampoco representa un alto ingreso, es un monto mayor al que le paga el gobierno por concepto de pensión.

«Ya tengo casi nueve años trabajando con esto y es una manera de generar ingresos porque la pensión lo único que me alcanza es para pagar los pasajes de ida y venida al banco pues vivo en la zona norte y es más costoso» dijo Véliz. Contó que gracias a Dios no sufre de ninguna enfermedad, sino de los «achaques» típicas de las personas de su edad. Narra que recibe ayuda de sus hijos, quienes viven en el oriente del país, pero por la misma situación también se ven con la soga al cuello y por eso sale a trabajar

De ese tipo de historias hay decenas en el centro de Barquisimeto, incluso en la semana de radicalización porque el estómago y las necesidades no entienden de esas circunstancias. Ismael Méndez, también sale todos los días con su bicicleta para hacer fletes a quienes hacen mercado en los comercios chinos. Su tarifa está en un dólar dependiendo la distancia o de lo contrario lo cambia por un producto.

Méndez contó que a pesar de tener 67 años sigue trabajando para ayudar en su casa, donde vive con su esposa. Cuenta con ayuda de sus hijos, pero ese dinero se vuelve sal y agua y trata de solventar porque la situación está muy difícil. Los pensionados dicen que ante la crisis son los más afectados porque a su edad no los aceptan en empresas y por eso buscan lo informal.

A pesar del sacrificio que deben pasar en la calle tanto los adultos mayores con discapacidad, como los pensionados y jubilados deben seguir enfrentándose al arduo sol a diario para llevar el sustento a su hogar. Cuentan que los años de descanso para ellos siguen siendo activos, pues la ruda economía del país no les permite quedarse en casa esperando ayuda de familiares ni mucho menos vivir con los Bs. 1.200.000 de pensión.

Se ganan la vida recorriendo las calles

Con una carretilla y muchas ganas de seguir adelante, siguen trabajando a diario. Dicen que a diario hacen vueltas para llevar algo de comida a su hogar, aunque algunos días los fletes que no sean tan buenos como otros

Se dedican a vender en el comercio informal

Un tapabocas, ropa, zapatos, dulces y cualquier otro producto es una buena opción para buscar el pan de cada día. En semana de flexibilización no pierden ningún día para salir al centro de Barquisimeto y vender su mercancía, pues aprovechan porque tras la pandemia las ventas se tornaron un poco más duras pero, siguen haciendo el esfuerzo porque el dinero se les vuelve sal y agua en segundos.

Brito tuvo problemas con la prótesis de su pierna

Pero esto no le impidió seguir como parquero y así tratar de generar ingresos para la comida, además de medicina. Se las inventó y hasta aplica el pago móvil, para más facilidad a los conductores. Trabaja a diario y sin cansancio. La necesidad, no le roba sonrisas.

Pensión es irrisoria

Como un monto irrisorio, calificó Edgar Silva, miembro del Comité de Derechos Humanos para la Defensa de los Pensionados, Jubilados y Personas adultas Mayores y Personas con Discapacidad los Bs. 1.200.000 que perciben al mes.

Explicó que eso arremete contra sus derechos porque con eso los adultos mayores no puede comprar alimentación ni mucho menos medicamentos. Si se hace un cálculo en dólares, el monto equivale a 0.63 centavos de dólar al mes, si se saca la cuenta a Bs. 1.895.903, como cerró el dólar este jueves según la cuenta @MD_Vzla.

«Es la pensión más baja en todo el mundo, incluso que Cuba que ronda los 13 dólares» dijo Silva, asegurando que el Gobierno Nacional se encargó de hacer que esa cifra cada día valga menos, pues a pesar que están al tanto de la situación no hacen nada para solucionarla.

Silva detalló que eso hace que los adultos mayores mueran de hambre y desnutrición porque a pesar de sus años, el Estado no les garantiza una pensión diga.

Les urge compañía

La mayoría de adultos mayores se quedaron solos, porque sus hijos migraron. Es la situación reflejada de alrededor de 100 abuelos, algunos con discapacidades, en la parroquia Tamaca. Lo confirma Jacqueline Pérez con la atención desde la casa refugio «Villa gracia de Dios», al norte de Barquisimeto.

«Lo más grave es que hay 3 casos que cuidan a algunos nietos, incluso uno padece Alzheimer, ¿Quién cuida a quién?», señala de abuelos que han quedado con discapacidad por las secuelas de un accidente cerebrovascular (acv) y de allí dificultades motoras. Todo por no poder cumplir el tratamiento de antihipertensivos y hasta con riesgos de cardiopatías. Lamenta que desde final de 2.020, tres pacientes sufrieron amputaciones por no cumplir el control de la diabetes.

Pérez señala que este proyecto nace de la Fundación Manos de Gracia y hasta visitan aquellos casos extremos. También les imparten talleres sobre algún oficio.

 

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