Guiomar López | LA PRENSA DE LARA.- Los dañ;os a la salud están latentes, cuando economistas señ;alan que alrededor del 80% de los venezolanos no pueden cubrir la canasta básica y la alimentación balanceada se sacrifica. Retumba en pasillos de centros de salud la advertencia de la desnutrición por los dañ;os que ocasiona al organismo en niñ;os menores de 5 añ;os con un truncado desarrollo en talla, peso y en el conocimiento. En los adultos mayores sufren las consecuencias de la debilidad del sistema inmunológico, que junto a una enfermedad crónica aumenta el riesgo de muerte.
La proteína y demás nutrientes dejaron de estar en las raciones, cuando apenas se intenta calmar el hambre. Según la doctora Luzmila Leal, miembro de Médicos Unidos de Venezuela en Lara, la desnutrición moderada y severa afecta sin tregua a las comunidades. «Esto es muy grave porque se ha tocado la fibra y sensibilidad de la población sin suministro de agua potable, sin recolección de basura y sin posibilidad de sembrar alimentos para consumir«, lamenta el dañ;o neurológico a los niñ;os desde su nacimiento y hasta los 5 añ;os, edad durante la que se define el desarrollo intelectual, peso y talla.
Se sacrifica su resistencia física e intelectual. Además, la raíz del problema empieza con las madres embarazadas, quienes aún estando con sobrepeso sólo cumplen una dieta abundante en carbohidratos y sin la posibilidad de consumir las vitaminas, hierro, calcio y demás recomendaciones del control prenatal. Desde allí suelen empezar las deficiencias y con pocas probabilidades de mejorías, debido a las circunstancias de precariedad en las que viven.
«¿;Dónde está la protección de los niñ;os y adultos mayores?», se pregunta, recalcando la pérdida de pacientes adultos mayores, quienes se complican con hipertensión o diabetes. Explica que se trata de enfermedades crónicas que pueden mantenerse bajo control y cuestiona acerca de «cómo se puede sobrevivir a una situación de hambre y miseria que termina de complicarse con la desolación emocional y la dificultad de cumplir con el tratamiento».
Se queja de la falta de protección inmunológica que deben afrontar los adultos mayores de escasos recursos, haciendo todo el esfuerzo para sobrevivir y llevando a cuestas enfermedades crónicas. «Es un tema tan delicado que estos organismos deprimidos, poco pueden superar infecciones respiratorias, incluyendo la neumonía«, denuncia que es un cóctel fatídico el de las bajas defensas del sistema inmunológico y ausencia de la vacuna de neumococo del plan nacional de inmunización, que sólo se garantiza en quienes tengan la posibilidad de ubicar las dosis en el sector privado de la salud.
Este problema lo afronta la profesora Yenny Hernández, quien apenas llega a cobrar Bs. 250 al mes y trata de comprar más vegetales para rendir la comida. Admite que la proteína animal es otra de las preocupaciones y hace el esfuerzo para comprar algo de carne. Sonríe y confiesa que prefiere la molida, por ser la más rendidora y suministrar una dosis de proteínas a su hijo.
Mientras que Henry Colmenárez es un mensajero de una institución estadal y se desespera porque el salario mínimo de Bs. 130 no le alcanza para alimentarse. «Yo me fajo por las tardes a vender limonada y en días productivos llego a vender hasta Bs. 300«, señ;ala sentado en la bicicleta que ajustó para la venta y así poder asegurar el sustento en casa.
Es tan compleja la alimentación balanceada que no se trata simplemente de cumplir las tres raciones, sino de aportar nutrientes al organismo.
Falta seguridad alimentaria
El economista, Naudy Pereira, coincide con otros especialistas al estimar que 80% de venezolanos no tiene en su presupuesto familiar el dinero para cubrir la canasta básica que se aproxima a los $500. Lamenta el riesgo de la seguridad alimentaria, cuando en febrero de 2023 se necesitaban de 92 salarios para cubrir los 70 productos de una adecuada alimentación.
«Todo es tan limitado que no se pueden comprar los alimentos de acuerdo a nuestros gustos«, lo que desencadena la angustia en la población que sale a buscar otros ingresos.
Un ejemplo es la docente Mary Torres, quien muestra sus manos enrojecidas con lesiones al ser alérgica al jabón y detergente que utiliza en su segundo trabajo. Limpia casas por las tardes y así puede asegurar $35 a la semana para poder comprar unos cuantos alimentos que ni siquiera alcanzan para un mercado de quince días. «Uno lo hace para medio comer», dice con tristeza.