Ella corre con toda libertad, su energía es como si jugara a las escondidas. Algunas veces se escuchan carcajadas con cierta picardía, pero en otras ocasiones impresiona con su llanto. Estas son las descripciones de quienes escucharon a «La niña que ríe y llora» en algunos establecimientos ubicados en la avenida Libertador entre las calles 51 y 52, al oeste de Barquisimeto.
Es el corretear de una pequeña que luce su vestido, su estatura no supera a una infante de 9 años, envolviéndola en aquella inocencia que se debate entre los sesgos de bipolaridad. La consideran como un alma en pena que vaga entre la tristeza de no poder haber crecido con sus padres, sedienta del amor de su familia y la alegría que nunca le pudo ser arrebatada, pese a su condición de espectro.
Tal historia data del siglo XX y con testimonios en los últimos años, explica el cronista Ramón Torín, al recordar los rostros atemorizados, cuando personal de seguridad confesaba que habían visto y escuchado a «La niña que ríe y llora» durante su jornada laboral. Siempre prefería el misterio de las noches y aquellos espacios solos como sanitarios o depósitos, donde el eco solía acentuar su horroroso estado de ánimo. Ellos se tapaban los oídos, pero su expresión era tan fuerte que debían huir del lugar.
El alma de esta niña asustaba a los pobres empleados
Lo contaban entre compañeros de trabajo, como si fuese la trama de una película de terror y cuya banda sonora era un risa angelical que podía convertirse en un llanto terrorífico. Torín escuchó la experiencia vivida por un equipo de guardia, quienes confesaban que perdieron la capacidad de asombro mientras el monitor de la cámara de seguridad le «restregaba» el miedo en sus caras.
Una de sus compañeras, aún pálida y con dificultad para hablar, se les acercó, pero apenas podían entenderla. Le ofrecieron un vaso con agua fría con azúcar, le dijeron que se sentara para que pudiera descansar un poco y cuando la vieron restablecida, le preguntaron el motivo de su desesperación. Les contó que la niña la asustó en el baño, tanto así que por poco sale desnuda. No exageraba y es que en el registro de la cámara externa, veían cómo ella salió corriendo y apenas terminaba de subirse el cierre de sus pantalones.
Desde ese momento, Torín quedó con la curiosidad de averiguar la historia y de dónde provenía ese fantasma. No hubo un hecho violento en ese establecimiento comercial y un adulto mayor que se acercaba a sus ocho décadas de vida en este sector, le explicó que esa niña traviesa y triste también solía espantar en una fábrica de plásticos que estuvo antes del establecimiento comercial, donde tampoco entendían su presencia, porque nunca ocurrió un hecho violento y ni siquiera un deceso por accidente de tránsito.
¿Qué fue lo que le ocurrió?
Torín lo escuchó con detenimiento y siguió indagando, porque necesitaba conocer el origen de dicha aparición. El viejito le comentó que se trataba de una historia de vieja data y posiblemente este lugar quedó marcado por esas energías negativas, entre el suspenso y el miedo paralizante para unos, pero incitando el escape para otros.
Resulta que ese lugar estaba poco poblado y por varios años permaneció un lote de terreno baldío. Eran contados los habitantes de esta zona y desconocían a los propietarios. Le dijo que por ser extenso, abarcando una manzana, empezó a ser utilizado para albergar a varios circos y esta gente llegaba, armaba su carpa y se instalaba por cierto tiempo.
Una de las tantas temporadas se vio afectada por el frío de la fatalidad, cuando a la salida de la función, un grupo del público se consiguió con el cuerpo de una niña. Fue una escena devastadora, sólo por el simple hecho de tratarse de una pequeña y cuya infancia había sido arrebatada. Sólo se supo que la causa de la muerte había sido violenta, descartando la posibilidad de ser víctima de un accidente.
El señor precisó que la describieron luciendo un vestido, su cabello suelto y cubriendo su rostro, estando bocabajo. Nadie creía lo que estaba viendo y generó una impresión de pánico entre los pobladores del sector, luego ni siquiera los niños tenían ganas de divertirse en el circo. Los payasos, malabares y la magia terminó opacada, ante la posibilidad de que a pocos metros de la carpa se hubiese cometido un crimen tan monstruoso.
Los dueños del circo recogieron la carpa y se marcharon ante la caída de la taquilla. Pero esta comunidad permaneció en luto durante varios años, era la tristeza constante y la curiosidad por conocer si hubo la justicia terrenal en este caso. Desde entonces, escuchan esos testimonios de esa niña misteriosa, quien pudo reír ante la emoción de disfrutar en el circo, pero su felicidad fue interrumpida con la muerte y su llanto sería perenne.