LA PRENSA.- Tranquila que somos petejotas”, le dijeron par de tipos a la abuelita de Orlando Sánchez que estaba en la sala. Los hombres pasaron hasta el patio, dieron una vuelta buscando “algo” y luego entraron a la habitación de Orlando y lo asesinaron mientras dormía. El reloj marcaba las 7:30 de la mañana de ayer.
En ese instante un carro pequeño color gris se paró justo frente a la casa de Orlando. Dos tipos altos y bien vestidos se bajaron, halaron la manilla de la reja que está en la entrada y pasaron. En la sala de la casa estaba la abuelita de Orlando y su hijo de dos años que jugueteaba alrededor de la doña. Los hombres al ver a la señora y al muchachito lo único que hicieron fue decirles que eran “petejotas” y que se quedaran tranquilos.
Aunque la mujer de unos 76 años se puso algo nerviosa confió en que eran funcionarios del gobierno y se quedó bien callada. Los tipos entraron al patio de la casa y luego de revisarlo volvieron a entrar a la vivienda. Fue en ese momento que entraron al segundo cuarto de la casa en donde dormían Orlando y su mujer. Uno de ellos sacó su arma y le disparó al hombre que estaba en boxer y bocabajo sobre su cama. Los tipos salieron de la casa como si nada, se montaron en el carro y se dieron a la fuga.
La esposa de Orlando y la abuelita, quedaron en shock. Ninguna de las dos podía creer que el muchacho estuviera muerto. Los vecinos fueron llegando a la casa luego de que escucharon la detonaciones y llamaron por teléfono a la mamá de Orlando y a sus tíos. La señora Yusmari Valera, tía de la víctima, contó que ella estaba durmiendo con su esposo cuando de pronto el sonido del celular la despertó. “Mi esposo atendió y le dijeron que en casa de mi mamá algo malo había sucedido”.
La señora Yusmari se puso muy nerviosa, se vistió con lo primero que encontró y se fue en un carrito hasta la casa de su mamá. Cuando llegó a la avenida principal de La Apostoleña, al oeste de la ciudad fue que supo que su sobrino estaba muerto. Un muchacho tranquilo Ninguno de los miembros de la familia de Orlando se imaginó que este joven de 27 años iba a morir de manera violenta pues él era un muchacho muy tranquilo. “Ese joven lo que hacía era trabajar, tenía varios meses contratado en una empresa de servilletas en la Zona Industrial”, recuerda su tía. Él cada vez era contratado y cuando se le terminaba iba a trabajar en otras empresas. Los vecinos aseguraron que era muy querido en el sector y que ayudaba a todos los vecinos cuando se lo pedían.