Evana Materán | La Prensa.- La Catedral de Barquisimeto ha dejado de ser la majestuosa casa de Dios que recibe cada 14 de enero la visita de la Divina Pastora y sus cientos de devotos. Su infraestructura refleja el abandono por parte de las autoridades, y además es el foco de los delincuentes.
La entrada, laterales y parte trasera del templo muestran una imagen de indignación para los devotos. Quienes acuden con frecuencia a las misas o a compartir en familia por los alrededores, criticaron las condiciones en las que se encuentra. “Nos preocupa el desinterés de la alcaldía y de Hidrolara, quienes no realizan los trabajos de mantenimiento”, comentó Gabriel Medina, colaborador de la Catedral.
Recordó que desde mitad de año Hidrolara empezó a realizar movimientos de tierra en la parte posterior. Aseguró que existían problemas en las cloacas que estaban generando colapsos de los baños y que hasta el sol de hoy continúan.
Estuvieron por aquí unos días y después dejaron todo regado, sin solucionar los daños”, resaltó mientras señalaba los cerros de escombros que obstaculizan el paso en el estacionamiento.
“La Catedral no escapa de la inseguridad que hay en el país, también somos víctimas de robo”, añadió el padre Gustavo Flores, al reconocer que la delincuencia no deja en paz a este importante monumento de Barquisimeto.
Detalló que “se meten por el más mínimo espacio”. En una ocasión rompieron algunos vitrales para sustraer las cornetas y dinero que los creyentes habían depositado en las luminarias. Destacó que los robos se realizan en horas de la noche, ya que no existe ninguna vigilancia.
Para reforzar la seguridad, algunas personas de confianza del padre se ofrecieron para cuidar la Catedral durante algunos días; sin embargo, Flores afirma que requieren mayor patrullaje en la zona.
La falta de iluminación en el área se convierte en aliada del vandalismo. La mayoría de los bombillos están quemados y algunos postes se observan en el suelo, mientras que otros se ven oxidados, por lo cual las personas temen caminar por estos espacios luego de las seis de la tarde.
El padre también recordó que el techo está en mal estado. El templo se convierte en una laguna cada vez que llueve. Las goteras hacen que los bancos queden mojados y que los feligreses deban pisar con cuidado para no resbalarse. Destacó que hace algunas semanas las alcantarillas ubicadas en las parte frontal se desbordaron y las aguas llegaron hasta el interior de la Catedral. “Duele ver esta situación”, lamentó.