martes, 26 noviembre 2024
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Reos hacen carnicería humana

Gabriel Grisanti | LA PRENSA.- El cruento asesinato de Carlos Luis Valera Aguilar (27), uno de los 67 privados de libertad de la estación “Unión” de la Policía de Lara, ocurrido el martes a la 1:30 pm, causó es­panto por el grado excesivo de violencia y saña con la que los internos se cobraron el robo de alimentos en el calabozo.

Versiones extraoficiales da­das a La Prensa por funciona­rios dan cuenta de que otros internos pillaron a Valera Aguilar robando comida de otros reos. El joven, oriundo de Quíbor y con múltiples antece­dentes penales, recibió la rece­ta más aterradora por parte de otros reos en los calabozos.

Los internos primero le die­ron una brutal golpiza y des­pués le propinaron al menos 20 puñaladas en el torso y ab­domen con cuchillos y objetos punzocortantes fabricados por ellos mismos de forma rudi­mentaria.

No conformes con esto, se afincaron al desprenderle la ca­beza de cuajo, dejando a la vis­ta su tráquea para después oca­sionarle una incisión profunda que corre de arriba a abajo el lado izquierdo de su torso.

Luego le picaron trozos de carne internamente, parte del tejido adiposo hasta llegar al punto en que les resultara fácil extraerle los intestinos. Cinco fotos de la escena del crimen a las que tuvo acceso La Prensa muestran el reguero de sangre y partes internas del recluso colocadas en una bandeja plás­tica para alimentos. Otra gráfi­ca muestra la cabeza colocada cerca de los brazos sobre un enorme charco de sangre.

Después de haber consuma­do el acto espeluznante, te­niendo como principales es­pectadores a los demás deteni­dos, los asesinos procedieron a freír las partes y cuando ya las tenían listas, al igual que coci­nados los restantes trozos de carne de Valera Aguilar lanza­ron la amenaza que quien se atreviera a robarse la comida de otro nuevamente, correría con la misma suerte que él.

La intención era obligar a sus compinches en los calabozos a comerse los restos humanos que ya les tenían reservados en una olla y servidos en recipien­tes de plástico como si se trata­ra de un manjar de dioses.Pero se salvaron de atragan­tarse a la fuerza, porque fun­cionarios destacados en la esta­ción policial “Unión”, irrum­pieron en los calabozos con el propósito de realizar una re­quisa.

En ese momento, fue que encontraron su cuerpo desmembrado, sobre un am­plio charco de sangre. A los la­dos, habían otras viandas transparentes y una plancha mediana de cocina.

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