Anderson Piña | LA PRENSA.- Los quiosqueros ven pasar carros y carros. Por más maromas que hacen para llamar la atención y que les compren alguno de los productos que ofrecen esto no sucede. Los comerciantes que se ubican en la vía a Quíbor o Carora dicen que ganarse mil bolívares es como pegar un premio gordo en la lotería.
Ana Raquel tiene 10 años vendiendo a orilla de la vía. Ofrece varios utensilios para la cocina y comienza a trabajar desde bien temprano hasta que se asoma la Luna.
Debajo de la mata de cují donde espera a los compradores, dice con un bajo tono de voz que a diario sólo lleva a su hogar mil 500 o 3 mil bolívares de ganancia.
Varios de los quiosqueros consultados ayer se manifestaron alarmados por estas bajas ventas y consideran que trabajar a orilla de carretera es una odisea. Detallan que sus ventas en este 2017 han bajado drásticamente.
Yonnys Meléndez detalla que al día le compran uno o tres productos. “Yo me gano por la venta de un rallador de queso 500 bolos, mientras que por un horno cuadrado obtengo mil bolívares y eso no es mucho. Las ventas siguen en picada y eso que yo trabajo todos los días”, lamentó.
Los artículos más buscados en los respectivos puestos son las bateas de madera para masas, el budare y los microondas de latas para arepas. Pero ahora los conductores sólo preguntan el precio y si tienen punto de venta, precisa Alberto Morales, quien tiene cinco años chambeando en la vía.
Y es que las faenas de trabajo han tenido que extenderlas hasta los fines de semana que es cuando hay más transito por la vía y elevan un poco las ventas.
Le meten a todo
José Pérez vende hamacas en la curva de San Pablo de la vía a Carora. Confiesa que los chinchorros no tienen mucha salida y por eso ha tenido que ofrecer en su puesto pasta, salsas, desodorantes y granos. “En 12 años de trabajo que tengo aquí tuve que ponerme a vender estos productos porque es la única manera de subsistir. El pasado lunes no vendí nada y me tuve que llevar unos frijoles para comer”.
Tan ruda está la situación que en Hispopal del municipio Jiménez hasta una fábrica de porrones que ya no rendía frutos tuvo que ponerse a comercializar lubricantes para vehículos “y así ganar plata”, como lo expresó Elsy De Saavedra.