José Miguel Najúl | LA PRENSA.- La lealtad de los militares venezolanos dura “hasta la víspera” de un conflicto. Sólo los motorizan sus intereses más íntimos y, con tal de defenderlos, son capaces de “alcahuetear” la más atrofiada dictadura y sostener, indefinidamente, el sufrimiento popular.
Así lo señala Henry Ramos Allup, secretario ejecutivo nacional de Acción Democrática (AD), al tiempo que afirma que la presencia del sector militar en el Gobierno es “una maldición” y “una señal del subdesarrollo de Venezuela” que debe ser transcendida con la promoción de un modelo civil sin vicios de uniforme.
Ramos Allup, quien también es expresidente del parlamento venezolano y diputado activo, no se arredra a la hora de disparar los descalificativos en contra de las Fuerzas Armadas, el Gobierno nacional y el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ). Asegura que “la confrontación de poderes no va a cesar hasta que uno de los dos (Ejecutivo o Legislativo) deje de tener vigencia”; sin embargo, recuerda que fue la Asamblea Nacional (AN) la que fue electa más recientemente por el pueblo, lo que le otorga, en cualquier caso, una vigencia mayor a la de Nicolás Maduro.
¿Por qué dice que los militares sólo son leales a ellos mismos y al dinero?
-Si hay alguien que tiene experiencia en eso somos nosotros. La lealtad militar sólo dura hasta la víspera. No creo que debamos estar mentándolos tanto, eso conlleva sus riesgos.
Freddy Guevara pidió a las FANB que se pronunciaran luego de que la fiscal dijera que se había roto el hilo constitucional con la sentencia del TSJ contra la AN…
-Me pareció un planteamiento muy decente por parte de Freddy Guevara, yo he dicho algo distinto. Si hay alguna cosa despreciable en Latinoamérica y en especial en Venezuela son esas fuerzas armadas. Para el que no se ha enterado, tenemos 18 años de Gobierno militar – civil o civil – militar. Por simple comparación histórica no ha habido ningún país civilizado del mundo que haya estado, ni siquiera una pequeña parte significativa de su tiempo, gobernado por militares.
¿Entonces para usted los militares son nocivos?
-Lo son en el Gobierno. Y no porque sean inferiores, sino porque no están preparados para gobernar. Ese no es su oficio. Ellos en el Gobierno de funciones civiles son tan nefastos e ineptos como podemos ser los civiles en las funciones militares. Uno pone a un militar a dirigir asuntos civiles y son capaces de chocar hasta con el carro apagado.
¿Pero cree que se pronuncien objetivamente sobre el conflicto con la AN?
-No creo que lo hagan. Porque son unos alcahuetas. Como he dicho, sólo les importan dos cosas: los reales y ellos mismos. Y mientras puedan sostener sus intereses, se mantendrán en una posición cómoda.
¿Qué opina de aquellos sectores que piensan que debe “venir un militar a poner orden”?
-Porque los militares en política son una maldición. La gente sabe que el que me llegue con cosas de militares y golpes, lo denuncio. Aquí puede haber un reventón, y en ese elemento hay otro signo de nuestro subdesarrollo: mucha gente, en especial del medio para arriba, les encanta sentarse en las piernas de los militares.
¿Qué dicen en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) sobre el tema militar?
-Conmigo nadie ha venido a tratar el tema de la participación militar.Yo no puedo garantizar que en la oposición nadie haya hablado con ellos. Ahora, lo que puedo asegurar es que de lo que me entere, lo diré.
¿Cree que en Venezuela se avecina “un reventón”?
-Uno más bien se pregunta por qué no lo ha habido. Los científicos sociales con los que he hablado tienen varias posibilidades interesantes.
¿Cuáles posibilidades?
-En primer lugar, dicen que puede deberse a que el reventón podría ser peor a lo que se vive. Segundo, porque no se sabe cómo se remediaría el reventón una vez que ocurra, eso podría incluso contemplar la posibilidad de que se apoderen las Fuerzas Armadas y eso significaría tener un Gobierno militar abierto. En tercer lugar, está el efecto de la resignación del pueblo. Puede ser uno de esos tres elementos o una combinación de ellos. Lo triste es que mientras tanto asistimos al quiebre del orden y de la Constitución por una confabulación de poderes.
¿Qué opinión le merecen las sentencias 155 y 156 del TSJ contra la AN?
-Son la tapa del frasco. Desde que llegamos al parlamento van 52 sentencias del TSJ contra la Asamblea Nacional. Es una estrategia que viene desarrollando el Gobierno desde que perdió las elecciones.
¿Pero esta última medida es una estrategia del Gobierno para cercarlos y eliminarlos, o por el contrario es torpeza?
-Ambos, porque no midieron los efectos colaterales. Ellos hicieron lo mismo con gobernaciones, con la Alcaldía Mayor de Caracas; lo están haciendo con la AN. El problema es que no tomaron en cuenta de que, como parlamento, tenemos alianzas con otros órganos internacionales, como el parlamento mundial, el interamericano, el amazónico. Todos los parlamentarios se sienten lesionados y eso provoca solidaridad.
¿No tiene el TSJ argumentos para emitir esta sentencia?
-Estos 7 forajidos del TSJ son en verdad despreciables. No exagero cuando digo que eso (el TSJ y la Sala Constitucional) es un prostíbulo, un burdel judicial. Ahí no hay un ápice de conocimiento del derecho. Calixto Ortega agarra los códigos al revés. La pobre señora esta, que tiene menopausia mental, anímica y ética, esta Carmen de Zuleta, es un animal. Uno de los que votó por sí misma al perder las elecciones. Es como conducir la Sala Constitucional con 7 personas que no se graduaron de abogados.
¿No cree que sea posible negociar para salir del desacato?
-No. Porque al Gobierno no le conviene una Asamblea Nacional que no esté en desacato. Supongamos que todo es amor y paz, que nos casamos. A la primera vez que citemos a un ministro para lo que sea, se van a agarrar de eso para ponernos de nuevo en desacato.
Si no se puede negociar una salida del desacato, ¿qué viene ahora, porque se dice que el Gobierno tiene todos los pasos calculados?
-Yo no creo que sea así. Que sean cálculos fríos y exactos. Si hubieran medido la repercusión que iba a tener la medida habrían hecho las cosas distintas. Ahora, ellos están calculando que para los efectos de la aplicación del artículo 21 de la Carta Democrática Interamericana, Almagro no tiene a los 23 estados. Eso es verdad, pero ya hay 21 que lo apoyan.
¿No tiene posibilidades de frenar el ímpetu que hay a nivel internacional?
-Todo lo contrario. Es desde afuera que les echaron el frenazo a ellos. La OEA, el Mercosur, la Unión Europea, incluso instancias que ellos dominaban están ahora presionando por la restauración del orden democrático en Venezuela.
¿Cree que son pertinentes las acciones de calle?
-Cuando hablamos de acciones de calle hay que hacerlo acertadamente, porque en la oposición hay quienes creen a pie juntillas en la efectividad de ellas. Todo recurso político tiene su momento y tiene rendimiento limitado.
¿Es decir, que en estos momentos es inefectivo convocar a la calle?
-El problema es que uno la puede convocar, pero nadie puede saber dónde terminará un llamado a la calle. Lo que creo es que lo ideal es establecernos en un punto medio: manifestar, pero con orden. Eso tiene un efecto movilizador, pero también tiene sus desventajas.
¿Qué desventajas tiene la calle?
-Que cuando se terminan, siempre están los que preguntan: ¿y ahora qué? Existen locos o distraídos que son capaces de llamar a Miraflores.
¿No está de acuerdo con eso?
-No. Tenemos que estar conscientes del momento en el que estamos. Tampoco estoy de acuerdo con el foquismo en las protestas, una por aquí otra por allá. Hay que organizar y preparar bien todos los movimientos que se hagan.