María F. Hurtado | LA PRENSA.- “Me descapitalicé” fue lo que respondió Solange Padilla cuando se le preguntó cómo se preparaba para las ventas de dulces en Semana Santa. “Siempre vendía en los días santos, pero desde enero no he preparado nada porque la inflación me comió las ganancias”, dijo sollozando esta dulcera, al concluir cómo las ventas de estos manjares no generan las suficientes ganancias para reponerlos y aprovechar estos días.
Acostumbraba a hacer el majarete, arroz con leche y coco, cabello de ángel, lechosa, buñuelos y otros, que consideraba era lo que se vendía más, mas la mujer ha dejado su negocio como una segunda opción para vivir.
Elevados precios en la materia prima ha ocasionado que dulceros lleguen al punto del quiebre por falta de capital para reinvertir en su negocio. Varios son los que han desistido de esto como fuente de ingreso y han tenido que emigrar de oficio para sobrevivir. “Esto ha dejado de ser un buen tigrito. Se necesita más dinero de lo que se gana y así no resulta”, expresó Migdalia Contreras. Quien solía guindar un cartel que decía “sí hay dulces” en la puerta de su casa. Ahora se ha quedado sólo con su salario mínimo como empleada pública.
Según cálculos de dulceros, se necesitan más de 600 mil bolívares para la elaboración de cada dulce, es decir, que un mes de salario no cubre ni siquiera uno de estos. Juan Carlos Arias, Chef de repostería, propone aprovechar la temporada de mangos y hacer jalea que es un dulce que rinde y es rentable. “Sufrimos las consecuencias de una mala administración. Pero no podemos permitir que esto nos quite compartir con nuestras familias”, dijo.
Las familias que años tras años hacían de estas preparaciones una tradición también han sido chispeadas. Pues alegan que el sueldo apenas alcanza para resolver el almuerzo de un día por lo que cada quincena esa es la prioridad. “No estamos para dulces, ahorita tenemos otras preocupaciones”, señaló Rosángela Azuaje, quien afirma que trabajando independiente tampoco le rinde.