Osman Rojas | LA PRENSA.-El 15 de junio del año 2017, la doctora Irma Castillo llegó a la emergencia del ambulatorio en Río Claro. Eran las 7:00 de la mañana y, como todos los días, debía empezar su guardia.
Apenas llegó la doctora pasó revista y atendió a 11 pacientes antes de las 12:00 del mediodía. Todo marchaba según lo previsto, pero a eso de
las 2:00 de la tarde un hombre llegó con una cortada en la parte superior de la ceja izquierda. La especialista buscó con desespero gasas, guantes, sutura y alcohol, pero no encontró nada en el almacén para atender la emergencia registrada.
Esta crítica situación la hizo comprender que en Venezuela ya no se podía ejercer la medicina.“Llegué a mi casa llorando por la frustración
que sentí al ver el dolor de ese hombre. Su rostro se guardó en mi mente tanto que me arrepentí ese día de ser médico”, aseveró Castillo desde la ciudad de Guayaquil, en Ecuador.
La doctora no olvida el nombre de ese paciente “Juan Carlos Mora. Donde sea que voy lo recuerdo”, comenta.Luego de ese incidente, Castillo trabajó dos meses más en el ambulatorio. Arregló sus papeles, se despidió de su mamá y tomó un vuelo a Ecuador, allí ejerce desde el pasado mes de noviembre.
En un abrir y cerrar de ojos la vida le cambió a la doctora. Dejó su país natal y pasó a engrosar la lista de mil 435 especialistas que se han ido del estado en los últimos 48 meses.
Elías Mubayed, presidente del Colegio de Médicos en Lara, habló sobre la realidad que atraviesan los especialistas en la entidad y dijo que,
en estos momentos, las condiciones hospitalarias, económicas o sociales no están dadas para el ejercicio de la medicina.
“Ser médico es cada vez más difícil. Nos cuesta a nosotros que somos especialistas con carrera hecha, cuánto más no será para los residentes o recién graduados”, dijo.
Según los datos aportados por la Sociedad de Médicos Internos y Residentes del Hospital Central, un especialista en formación cobra 800 mil bolívares mensuales por trabajar en un centro de salud. Los adjuntos gozan de un salario un poco más elevado (un millón 400 mil bolívares), mientras que los jefes de servicio pueden cobrar hasta 2 millones de bolívares.
Estos salarios son insuficientes para vivir, pues el último estudio del Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas-FVM) ubicó la canasta básica en 35 millones 392 mil 706 bolívares con 24 céntimos, lo que significa que a un jefe de servicio le hacen falta 33 millones de bolívares para comer en el mes.
Los jóvenes están frustrados. El salario de un médico y el de una señora de limpieza no es muy diferente y eso desanima”, confesó en días pasados el doctor Douglas León Natera, presidente de la Federación Médica Venezolana (FMV).
Los sueldos no es lo único que frena el crecimiento de los médicos en el país. El último estudio publicado por la FMV el pasado 08 de febrero, refleja que en los hospitales venezolanos hay una escasez del 92,8 % en cuanto a material médico quirúrgico. La Organización Panamericana de la Salud (OPS) registra otros niveles de escasez (75 %) en cuanto a medicamentos de primera línea, como antibióticos o relajantes usculares.
“Para nadie es un secreto que ejercer la medicina en este país es prácticamente imposible. Los doctores hemos visto cómo en la cama de un hospital se nos mueren enfermos que en otras circunstancias se hubiesen salvado”, dijo René Rivas, vicepresidente del Colegio de Médicos en Lara.
La fuga de cerebros en Venezuela no es algo nuevo. De hecho, la Sociedad de Médicos Venezolanos (SMV) estima que en los últimos cinco
años cerca de 42 mil especialistas se han ido. El informe redactado por la coalición de internistas e intensivistas asegura que son España, Ecuador y Chile los países donde terminan los profesionales venezolanos.
No tienen que romper la barrera del idioma y son recibidos con los brazos abiertos gracias a sus conocimientos”, reza el comunicado de la SMV.