Jennifer Orozco | LA PRENSA.- Dámaso Antonio Rodríguez (80) fue arrollado frente al Centro Comercial Sambil y murió a los pocos minutos. El abuelo había cobrado su pensión y saliendo un carro se lo llevó por delante y huyó, dejándolo morir en la calle.
Según su hijo Franklin Rodríguez, Dámaso fue llevado por sus dos hijos mayores al Banco Bicentenario del Sambil ayer a las 6:30 de la mañana. Llegó a buena hora y lo marcaron en el brazo derecho con el número 15.
Fue uno de los primeros en pasar a las 8:30 de la mañana y ya a las 9:00 tenía su dinero en la mano. Supuestamente, salió acompañado de otro pensionado para agarrar el Transbarca en la avenida Venezuela.
Pero atravesando la vía, un vehículo no identificado lo arrolló y no se detuvo. Dámaso quedó malherido a orillas de la parada y nadie lo auxilió. Un señor que pasaba se detuvo y vio que aún tenía los ojos abiertos y respiraba.
El mismo señor se atravesó en la avenida y paró una camioneta Silverado negra de una agencia de festejos. El chofer no estaba muy convencido en auxiliar a Dámaso, pero la insistencia del señor y de dos estudiantes de la UNES logró que montara al abuelo en la cabina de atrás y rápidamente lo trasladaran hacia el Hospital Central.
En el centro de salud tardaron aproximadamente 20 minutos buscando una camilla para bajarlo en la camioneta. La gente comenzó a comentar sobre la deficiencia del servicio de emergencias del Hospital y le reclamaban a los enfermeros que no hallaban la manera de bajar al octogenario de la cabina.
“Bájenlo, así llegó mi hijo la semana pasada y estaba vivo, se salvó, no dejen morir al señor”, repetía una mujer rubia quien llevaba sus manos a la cabeza cada vez que veía al abuelo en la cabina.
Luego llegaron dos de ellos y encontraron una camilla de madera, delgada. Con mucho cuidado acomodaron a Dámaso para bajarlo, pero ya no respiraba.
Dámaso murió en la cabina de la Silverado. Vestía una camisa azul, pantalón verde, zapatos marrones y correa del mismo color. En un bolso hecho con tela de tapicería floreada Dámaso tenía sus documentos del banco.
Por un número de teléfono anotado en una libreta, los funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana localizaron a Franklin, uno de sus ocho hijos, quien hizo el reconocimiento del cuerpo en la morgue.
El hombre, entre lágrimas contó que Dámaso era cristiano. Él siempre iba a cobrar la pensión en ese banco y sus hijos estaban pendientes de llevarlo e irlo a buscar si el trabajo se los permitía, pocas veces utilizaba el Transbarca. Ya tenía tres días intentando cobrar la pensión, hasta que por fin ayer pudo, pero no la disfrutó.
“¡Papá, por qué saliste solo, por qué no nos llamaste y nos esperaste si sabías que siempre estábamos pendientes de ti!”, repetía Mirian Rodríguez, una de las hijas de Dámaso.
A la morgue llegaron seis de sus ocho hijos, hermanos y amigos. Todos expresaron su pesar, pues dijeron que era injusto que muriera de esa manera tan trágica.
Dámaso era jubilado de Inparques y pensionado tenía unos 20 años. Las últimas veces que cobraba se había sentido cansado, pero no le gustaba que nadie fuese a cobrar su dinero por él.
Sus hijos declararon que no solía salir solo y cuando lo hacía siempre avisaba por teléfono si se iba para otro lado. El abuelo residía en San José con dos de sus hijos que lo cuidaban todo el tiempo.
Es muy triste, los viejitos pierden la vida, se desmayan y sufren por una pensión que no alcanza para nada. Ese dinero debería llegarles a sus casas para que no corran peligro en la calle. Debe existir una medida para evitar perder a nuestros padres en cada pensión”, dijo el hijo.