Osman Rojas | LA PRENSA.- Tres colas se confunden en una sola. El inclemente sol que cae sobre la ciudad no hace mella en el ánimo de ninguna de las personas que van al Saime en busca del pasaporte. Da igual si son las 8:00 de la mañana o las 2:00 de la tarde el desespero de las personas por conseguir el documento que les permita salir sin problemas del país siempre es el mismo.
“Tengo dos días viniendo para sacar el pasaporte, pero desde el lunes me están diciendo que no hay sistema. De aquí no me voy hasta que me den respuesta porque no tengo trabajo y me urge salir del país para ayudar a mis padres”, comenta Isabella Fernández, una muchacha que recién cumplió los 18 años y ya piensa en emigrar para ayudar a su familia.
Cuando se le pregunta a la muchacha sobre a dónde se irá ella encoge los hombros y dice “no sé”. Su respuesta confirma que el desespero por irse de Venezuela es tan grande que lo que importa es pasar la frontera. “Cualquier sitio es mejor que este”, continúa.
El sentir de esta muchacha es el mismo de decenas de larenses que diariamente visitan las sedes del Saime. Tanto en El Ujano como en la avenida Lara se puede observar a personas esperando por una sola cosa: retirar su documento.
Pagan lo que sea
Tan grande es el desespero de las personas por conseguir el documento que en más de una ocasión los usuarios han recurrido a gestores para conseguir una cita.
“Dos millones 800 mil bolívares me cobraron por conseguir mi cita y la de mi hermana. Me dijeron que en menos de una semana estaría aquí y ahora el problema es que me atiendan”, comentó Rosa Dorante, mujer de 23 años que esperaba bajo el sol en la avenida Lara.
La muchacha confiesa que pagó a un gestor porque se cansó de esperar que la página cargara. Según cuenta la muchacha consiguió el contacto dentro del mismo Saime.
“Una compañera de universidad me dijo que viniera y preguntara. Lo que hice fue hablar con el portero y él me entregó un número. Lo demás fue negociar y listo”, comenta.
Dorante tampoco sabe a dónde irá, pero está consciente que su futuro está lejos de Venezuela. “Mi mamá quiere que termine la universidad y me vaya. Ya estoy en el último semestre de la carrera por eso empecé a hacer los trámites para irme apenas termine”, dice con tristeza.