viernes, 22 noviembre 2024
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Ángel Hurtado: Maestro del ejercicio permanente de la creación

Guiomar López | LA PRENSA DE LARA.- Su tono de voz es fuerte a menos de un mes para celebrar sus 96 años, así como su espíritu errante de seguir inmerso en la pintura. Es Ángel Hurtado, un maestro tocuyano que luego de su larga permanencia en Estados Unidos se refresca de los aíres que le ofrenda Margarita. Con su taller de amplia visual a esa comunión de azules del cielo y del mar, sigue en ejercicio creativo permanente, resumiéndose en ocho décadas entre pinceladas y alrededor de 60 años dedicados al cine. Defiende ese arte eterno, que exige preparación y el desafío de fijar su propio estilo.

Su obra ha sido reconocida con máximos galardones, desde Premio Nacional de Pintura 1961, con estilos pronunciados a la naturaleza primigenia, esa sin tanta intervención del hombre. Sin elemento humano y de colores fuertes, que sacan provecho a su precisión de luz, sombra y esos términos medios del claroscuro.

Quienes tienen la dicha de visitarlo en los Ranchos de Chana, sienten esa paz de un ambiente lleno de arte, entre colores y con detalles dignos, de quien acostumbra a percibir cada momento de la vida. Él es todo un anfitrión junto a su esposa Teresa Calderon, sin desperdiciar instantes para acariciar a su perro «Teo» y al regenerarse con la energía de la pequeña Rosanna, con esa curiosidad a sus 6 años acerca de la pintura y hasta cómplice en una partida de ajedrez con este maestro.

Vivir en el arte

Cuenta que desde muy joven en El Tocuyo, su meta fue estudiar pintura en una academia y comenta sus travesuras de aparecerse como por arte magia, ante los pintores Octavio Alvarado y José María Giménez (Che María), quienes salían a pintar juntos en su terruño morandino. «En esos momentos apareció mi vocación. Ellos se convirtieron en mis primeros maestros, algo que siempre les he agradecido, pues me estimularon«, admite de ese aprendizaje del ABC de las artes plásticas.& ;

Para el cuatricentenario de El Tocuyo en 1945, ya él tenía sus primeros cuadros y junto a Alvarado con Che María expusieron en estos actos centrales. Siempre tuvo el apoyo de sus padres y agradece al poeta samareño José Antonio Escalona, quien permitió la aprobación de su beca en la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación en Caracas.

Se prepara en la Escuela de Artes Plásticas y Aplicadas de Caracas, con la dicha de tener a los mejores pintores como Marcos Castillo de pintura, Francisco Narváez de murales y escultura, Pedro Ángel González de grabado y el larense Rafael Monasterios de dibujo. «Ellos fueron mis guías, en ese difícil oficio que en la actualidad ha sido transformado en fácil, debido a que ya nadie lo estudia. La gran mayoría de los practicantes no les preocupa el rigor y las cualidades que debe tener este arte», critica y rechaza la «piratería» que se excusa tras la vanguardia, donde cualquiera se transforma en artista, mientras su entrega lo lleva a seguir preparándose en Francia.

«En la madurez y ahora en la vejez, siempre he mantenido que el hecho de pintar es difícil, el cual no se aprende nunca y en mi caso, cada vez resulta más difícil», confiesa de lo importante de fijar su estilo personal, tal como lo siente y no estar a la búsqueda de «lo que se está haciendo».& ;

Explica que el concepto artístico debe ser eterno, por eso se esmera en expresar al contemporáneo que observe su trabajo. Realiza sus bocetos en la computadora valiéndose del programa Photoshop, luego lo copia en papel y lo termina con lápiz o pastel. Finaliza trazando una especie de cuadrícula que le ayuda a traspasarlo a la tela que le espera en el caballete hasta finalizar en óleo. Un proceso que le toma varios días, semanas o meses. «Todo depende que el cuadro quiera colaborar y dejarse pintar«, expresa de su seguridad en que las obras se pintan solas y en un diálogo constante con el artista.

Se complace de la dicha de conocer a Armando Reverón y ser su amigo, hasta conserva un retrato que le realizó. Llevó su vida y obra al cine, así como de otros allegados como Jesús Soto, Carlos Cruz-Diez y Alejandro Otero.

Recuerda con gran estima a ese maestro de la luz, asumiéndolo como un mentor, de quien aprendió a sacar provecho al dejar el caos de las urbes y buscar la tranquilidad de la naturaleza, esa que desde hace 28 años disfruta en Margarita. Luego de su retiro Museo de las Américas en Washington, donde realizó documentales sobre América Latina y que le permitió viajar.& ;& ;

Su época abstracta se fue modificando lentamente. Desde Washington refleja las formas parecidas a los tepuyes, algo que asumió sin intención. Allí, reafirma que «los cuadros se pintan solos«. Una conexión tan directa, cuando ni siquiera conocía la Guayana venezolana. Ese poder de atracción lo llevó a viajar, quedando cautivo del imponente paisaje que significó el abandono del abstraccionismo. Quedó tan maravillado de esa majestuosidad y energía universal, al punto de pensar que ningún otro escenario de América o Europa, tienen un punto de comparación con esa expresión sagrada de la madre Tierra.

Rembrandt es su gran admiración, asumiendo su técnica del claroscuro, con el juego de luz y sombras. Asume su óleo espeso y transparente como una necesidad, como un testimonio de eternidad. No tiene prisa, porque no tiene un comprador ansioso esperando. No confía en la pintura en acrílico.

Hurtado reconoce su terquedad de segur pintando y caminar lentamente hacia su taller cercano al mar. Añora a su estado Lara, ese que en 2015 lo recibió con el conferimiento y solemnidad del Doctorado Honoris Causa de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (UCLA). Sigue confiado en su honestidad como artista, siendo sincero consigo mismo, sin vanaglorias, ni pretensiones y sin querer estar al día en las modas que cambian cada día.

 

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