LA PRENSA DE LARA.- A un señor llamado Ted Williams se le ocurrió batear de 8 – 6 el último día de la campaña de 1941. Le propusieron quedarse en la banca para proteger su average sobre .400, pero el jardinero de Boston asumió el reto con rebeldía de eximio jugador. Terminó en .406 y desde entonces la cifra ha sido esquiva, altanera, inalcanzable para quienes han intentado posarse en tan notoria cima. El béisbol actual es más técnico, los pitchers tienen más recursos. Los relevistas abundan y los lanzadores de 95 millas en adelante proliferan. Todo eso entre tantas cosas que se manejan en la ciencia peloteril de hoy en día. RETADORES hubo por cantidades. El propio Williams empalmó para .388 al borde del retiro en 1957, la misma cifra que el excepcional panameño Rod Carew en 1977. Tres zafras más tarde, George Brett emocionó con la tropa de Kansas City, pero se quedó corto con .390. Quien más se acercó fue el inefable Tony Gwynn, asentando un formidable .394 en 1994, una de sus siete coronas de promedio con los Padres de San Diego, la misma cantidad que Carew marcó en la escuadra de Minnesota. Pero, a qué viene el comentario sobre este ambicionado objetivo?
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ES que Charlie Blackmon andaba antenoche por .472 (72-34) en los primeros 18 juegos de su club, más de la cuarta parte de los compromisos pautados para esta temporada de emergencia (60). Estamos hablando de un jugador que siempre ha bateado con holgura, pero, obvio, está excesivamente caliente. Su promedio más elevado fue de .331 en el 2017 cuando se alzó con la diadema respectiva. Las proyecciones generalmente son para divertirse, aunque en muchos casos responden a una probabilidad de éxito más o menos importante. Por tratarse de una campaña breve las opciones crecen de manera resaltante. Empero, conectar para las cuatrocientas milésimas siempre será una faena de altos quilates. BLACKMON se poncha poco — hasta ahora una vez cada ocho viajes al plato — y como detalle particularmente especial despacha un estridente .643 (28-18) ante los zurdos, tiradores de su mano. El verano de agosto le ha sentado muy bien al barbudo jardinero derecho de los Rockies, resaltando su altisonante .543 (46-25) hasta el partido de anteayer. La explosiva sede de Colorado, por cierto líder del oeste, le viene al pelo, como a la mayoría de los que allí hacen vida. Liga un .500 que vigoriza sus posibilidades. Falta buen trecho, no tanto como en un torneo normal, pero Blackmon será foco de atención por muchas fechas.
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LOS peloteros polivalentes siempre tendrán trabajo en Grandes Ligas. Esa multiplicidad de funciones caracteriza a los criollos y una muestra más la presenta Ildemaro Vargas, adquirido de Arizona por Minnesota mediante una cantidad de dinero no revelada. El orgullo de Caripito sustituye a otro nativo, Williams Astudillo, separado del club por el COVID-19. Camarero natural, Vargas ha jugado hasta seis posiciones en las Mayores y sonaba para .150 con los D´Backs. La intermedia la ocupa en los Twins otro paisano, Luis Arráez, hasta ahora sin mostrar sus mejores virtudes con el barquillo (.236). Otros utilitys como Marwin González y Ehire Adrianza también militan en la banda de las ciudades gemelas. No está fácil la cosa. AL ritmo que vamos varios toleteros sobrarán o se acercarán a los veinte jonrones, cifra mágica en la LVBP, que juega más o menos sesenta encuentros en tiempos normales. Hasta el miércoles el gigante Aaron Judge casi estaba en la mitad (9). Los tablazos de largo alcance están abundando. Algo bueno pasa. PÁJAROS migrantes. Los Azulejos no pueden jugar en su casa canadiense y se mudaron temporalmente a Buffalo, en el estado de Nueva York. Es una ciudad que ha tenido equipos de clasificación hasta AAA y no había choques de grandes ligas desde 1915. Secuelas de la pandemia.
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HOUSTON espera que salga del letargo José Altuve (.187). El lento arranque alcanza a Miguel Cabrera (.193), Eugenio Suárez (.115), Eduardo Escobar (.171), Elvis Andrus (.159) y Gleyber Torres (.161). Números hasta el miércoles. JUAN Soto apenas tiene 21 años y ya ostenta rango de estrella, sobre todo tras su campeonato mundial con los Nacionales. El dominicano maltrató un pitcheo de Steven Matz el lunes y envió la bola a 463 pies del plato, según Statcast. Lo mejor de esta historia es que el miércoles hizo algo parecido y despachó un meteorito — generado tras slider de 89.7 millas — que recorrió 466 pies en el mismo Citi Field de los Mets. Por lo visto, los jonrones de 500 pies estarán pronto a la vista. EL barquisimetano Andrés Giménez le hace honores a la tierra de los grandes paracortos, nuestro amado país. Reserva del Caracas, nunca ha visto acción en su patria y logra accionar con extrema calidad en sus inicios con los Mets. Liga para .295 (44-18) y hasta el miércoles no había tenido pifias desempeñándose en tres posiciones del cuadro y 18 cotejos. De 21 años, es bateador zurdo. Otra novedad a seguir. LA mudez sigue siendo noticia en la pelota profesional criolla. Se habla de reuniones que no se producen y de conversaciones que no se dan. La incertidumbre campea y el tiempo pasa.
Por Alfonso Saer
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